martes, 20 de enero de 2015

EL MUNDO DE LAS CAUSAS

EL TRABAJO PSICOLOGICO
EL MUNDO DE LAS CAUSAS
LEYES
Por: Ouspenksy

Ahora hemos aclarado que las leyes descubiertas por nosotros en el espacio tridimensional y que funcionan en este espacio son inaplicables, incorrectas y falsas en un espacio de mayor número de dimensiones.

Esto es igualmente cierto en matemática y en lógica.

Tan pronto como, en vez de magnitudes finitas y constantes, empezamos a examinar magnitudes infinitas y variables, vemos que los axiomas fundamentales de nuestra matemática no pueden referirse a ellas.

Y tan pronto como, en vez de conceptos, empezamos a pensar en otros términos, debemos preparamos para afrontar una enorme cantidad de absurdos desde el punto de vista de la lógica existente.

Nos parecerían absurdos porque enfocamos al mundo multidimensional con la lógica del mundo tridimensional.

Ya se demostró que para un animal, o sea, para un ser bidimensional que no piensa con conceptos sino con representaciones, nuestras proposiciones lógicas están obligadas a parecer absurdas.

Las relaciones lógicas del mundo de muchas dimensiones nos parecen igualmente absurdas.

No hay razón para esperar que en el mundo de las causas, las relaciones puedan ser lógicas desde nuestro punto de vista.

Por el contrario, podemos decir que todo lo lógico es sólo fenoménico.

Por el otro lado, no puede haber nada lógico desde nuestro punto de vista.

Todo lo que existe allí está obligado a parecernos un absurdo lógico, una necedad.

Y debemos recordar que no podernos orientarnos allí con nuestra lógica.

La actitud del pensamiento humano en sus principales tendencias respecto al "mundo del más allá" fue siempre enteramente errónea.

La ciencia debe llegar a la mística, y luego al estudio de las formas de la consciencia (y, en consecuencia, de la percepción) que es distinta de la nuestra.

La ciencia debe desechar casi todo lo viejo y ponerse en marcha a partir de una nueva teoría de la cognición, para que la mística ofrezca un nuevo enfoque.

Si al mundo tridimensional lo queremos dejar atrás y avanzar más allá, debemos, en primer lugar, desarrollar algunos principios lógicos fundamentales que nos permitan observar las relaciones de las cosas en el mundo de muchas dimensiones y ver en ellas más bien cierta interdependencia ordenada que un absurdo completo.

Si entramos allí con principios lógicos del mundo tridimensional, nos trabarán, no nos permitirán elevamos por encima del suelo.

Primero que todo, deberemos despojarnos de las cadenas de nuestra lógica.

Esta es la liberación primera, grande y principal en pos de la que la humanidad debe empeñarse.

Un hombre que se libró de las cadenas de la "lógica tridimensional" ya penetró en otro mundo con el pensamiento.

Y esta transición no sólo es posible sino que se cumple constantemente.

Por desgracia, no estamos enteramente al tanto de nuestros derechos al "otro mundo" y a menudo perdemos estos derechos, considerándonos aherrojados en este mundo terrestre.

Empero, existen caminos que conducen allí.

La poesía, la mística, la filosofía idealista de todas las épocas y todos los pueblos conservan huellas de tal transición.

Siguiendo estas huellas, también podemos hallar el camino.

Pensadores antiguos y modernos nos dejaron muchas claves con las que podemos abrir las misteriosas puertas, y muchas fórmulas mágicas ante las cuales estas puertas se abren solas.

Pero no logramos entender la finalidad de las llaves o de las fórmulas: y hemos perdido la comprensión de las ceremonias mágicas y de los ritos de iniciación en los Misterios, que perseguían un solo objeto: ayudar a esta transición en el alma del hombre.

De modo que las puertas permanecieron cerradas, y nosotros inclusive negamos que exista algo detrás de estas puertas.

O, sospechando que existe otro mundo, consideramos que es algo parecido al nuestro y separado de nosotros, e intentamos penetrar en él sin darnos cuenta de que el principal obstáculo en nuestro sendero es nuestra propia división del mundo en este mundo y el mundo del más allá.

El mundo es uno solo, pero los medios para percibirlo son distintos.

Y con medios imperfectos de percepción es imposible penetrar en lo que es sólo accesible a lo perfecto.

Los intentos con la lógica del mundo fenoménico para penetrar con el pensamiento en el mundo del más allá, en el mundo de los noúmenos, en el mundo de las causas, si no resultaran un completo fracaso o no condujeran al hombre hacia el mundo del soñar despierto, sólo dieron un resultado: consciente del nuevo orden de cosas, el hombre perdió el sentido de la realidad del viejo orden.

El mundo visible empezó a parecerle fantástico, irreal; todo se esfumó alrededor de él, desapareció como humo, dejando una terrible sensación de ilusión.

Sintió en todo el abismo del infinito, y que todo se derramaba dentro de este abismo.

La sensación de infinitud es la prueba primera y más terrible antes de la iniciación.

¡No hay nada!

La pequeña alma insignificante se siente suspendida en un vacío infinito.

Entonces, incluso el alma misma cesa de existir.

No hay nada: sólo existe la infinitud, la destrucción y disolución constantes y continuas de todo.

En la literatura mística de todos los pueblos hay referencias a esta sensación de vacío y oscuridad.

La misteriosa deidad de los antiguos egipcios, mencionada en los mitos órficos era:

"La oscuridad tres veces desconocida en cuya contemplación todo conocimiento se reduce a ignorancia".

Esto significa que, aproximándose al mundo de las causas sólo con el conocimiento del mundo de los fenómenos, con su propio instrumento de la lógica que resultó fútil porque todo lo nuevo lo eludía, el hombre estaba obligado a experimentar un terror que superaba todos los límites.

En lo nuevo no sentía aún nada que no fuera caos, mientras lo viejo se esfumaba, retrocedía, se volvía irreal.

El terror y el pesar ante la pérdida de lo viejo se mezclaban con el miedo hacia lo nuevo, hacia lo desconocido, terrible en su infinitud.

En esta etapa, el hombre atraviesa la misma experiencia que la de un animal que se convirtiera en hombre.

Luego de una momentánea vislumbre del nuevo mundo, la vida le hace retroceder.

El mundo que vislumbró durante un breve momento parece un sueño, una fantasía, una creación de su imaginación.

Pero el viejo mundo del pasado tampoco es más el mismo, se estrecha, en él no hay cabida.

La consciencia que despierta no puede conducir más a la misma vida salvaje y libre de una bestia.

Ya conoce algo, oye algunas voces.

Y, al mismo tiempo, el cuerpo lo retiene.

Y no sabe dónde ni cómo podrá escapar de él o escapar de sí.

El hombre que se halla en el umbral del nuevo mundo tiene exactamente la misma experiencia.

Oyó la música celestial, y las desvaídas canciones de la tierra no le tocan ni conmueven más; o, si lo hacen es porque le hablan de sones celestiales, de lo inasequible, de lo desconocido.

Experimentó un sentimiento de extraordinaria expansión de la consciencia, cuando por un momento todo fue claro para él, y no pudo reconciliarse con el lento trabajo terreno del cerebro.

Los momentos de "sensación de infinitud" se conectan con emociones muy especiales.

En la literatura "teosófica" y en los libros sobre ocultismo se dice a menudo que, ingresando en el mundo "astral", el hombre empieza a ver nuevos colores, que no están en el espectro solar.

Este simbolismo de los nuevos colores de la "esfera astral" transmite precisamente el pensamiento acerca de las nuevas emociones que el hombre empieza a experimentar junto con las sensaciones de una consciencia expandida: "el océano que es absorbido por una gota".

Este es el "increíble arrobamiento" del que hablan los místicos, la luz celestial que los santos "ven", las "sensaciones nuevas" que los poetas experimentan.

Hasta la psicología conversacional conecta al "éxtasis" con nuevas sensaciones completamente insólitas, inaccesibles y desconocidas para el hombre en la vida corriente.

Esta sensación de luz y de alegría infinita se experimenta en momentos de expansión de la consciencia (la apertura del loto místico del Yoghi indio), en el momento de la sensación de infinitud que produce, al mismo tiempo, la sensación de oscuridad y terror ilimitado.

¿Qué significa esto? ¿Cómo reconciliar la sensación de luz con la sensación de oscuridad, la sensación de alegría con la sensación de terror?

¿Puede ser simultánea?

¿Ocurre simultáneamente?

Ocurre y tiene que ocurrir así.

La literatura mística nos da ejemplos de esto.

La sensación simultánea de luz y oscuridad, alegría y terror parece simbolizar la extraña dualidad y contradicción de la vida humana.

Puede ocurrirle a un hombre que esté muy agudamente dividido, con un lado de su naturaleza muy interiorizado en el "espíritu" y el otro hundido profundamente en la "materia", o sea, en la ilusión, en la irrealidad; con fe demasiado profunda en la realidad de lo irreal.

Hablando en general, el nuevo mundo da la sensación de luz, de vida, de consciencia omnipenetrante, de alegría...

Pero a una mente que no esté preparada el mismo mundo le dará una sensación de oscuridad y terror infinitos.

Además, la sensación de terror deberá provenir de la pérdida de todo lo real, de la desaparición de este mundo.

A fin de no experimentar el terror del nuevo mundo, es necesario conocerlo de antemano, ya sea emocionalmente (a través de la fe y del amor), o intelectualmente (mediante la razón).

Y a fin de no experimentar terror ante la pérdida del viejo mundo, debemos renunciar a él voluntariamente de antemano, también a través de la fe o a través de la razón.

Es necesario renunciar voluntariamente a todo el mundo bello y brillante en que vivimos, admitir que es un espejismo, un fantasma, una irrealidad, un engaño, una ilusión, maya.

Debemos reconciliarnos con esta irrealidad, no temerla sino regocijarnos en ella.

Debemos despojarnos de todo.

Debemos convertirnos en pobres en espíritu, o sea, hacernos pobres mediante el esfuerzo de nuestro espíritu.

El hermoso símbolo del Evangelio expresa la verdad filosófica más profunda:

Bienaventurados los pobres en espíritu pues de ellos es el reino de los cielos.

Estas palabras sólo se aclaran si se las toma en el sentido de renunciamiento al mundo material.

"Pobres en espíritu" no significa pobres en el sentido material, en el sentido cotidiano del mundo; ciertamente, no significa pobreza del espíritu.

La pobreza espiritual es renunciamiento a la materia, la "pobreza" del hombre que no tiene suelo bajo sus pies ni cielo sobre su cabeza.

Los raposas tienen sus madrigueras, y las aves del cielo sus nidos, más el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar su cabeza.

Este es el género de pobreza cuando un hombre está completamente solo, porque empieza a ver a los demás, hasta los más cercanos a él, su padre, su madre, no como los viera, sino de modo diferente, y renuncia a ellos porque ve las entidades reales en pos de las cuales se empeña, tal como al renunciar al fantasma fenoménico del mundo se aproxima a lo que es verdaderamente real.

El momento de la transición, el terrible momento de la pérdida de lo viejo y la revelación de lo nuevo fue descrito en la literatura antigua con una cantidad infinita de alegorías.

La finalidad de los Misterios era facilitar esa transición.

En la India, en Egipto, en Grecia, existían ritos preparatorios especiales, algunos sólo simbólicos, a veces reales, que conducían realmente al alma hacia las puertas mismas del mundo nuevo, y abrían estas puertas en el momento de la iniciación.

Pero los ritos y las ceremonias externos no podían por sí solos crear la iniciación.

El trabajo principal tenía que proseguir dentro del alma y de la mente del hombre.

¿Cómo podrá entonces la lógica ayudar a pasar a la consciencia de este nuevo mundo superior?

Hemos visto que la matemática ya encontró un camino que introduce en este orden superior de cosas.

Penetrando allí, primero que todo renuncia a sus axiomas fundamentales de identidad y diferencia.

En el mundo de las magnitudes infinitas y fluidas, una magnitud no puede ser igual a sí misma: una parte no puede ser igual al todo; y de magnitudes iguales una puede ser infinitamente mayor que otra.

Todo esto suena como un absurdo desde el punto de vista de la matemática de los números finitos y constantes.

Pero la matemática misma de los números finitos y constantes es un cálculo de relaciones entre magnitudes inexistentes, o sea, un absurdo.

Por lo tanto, sólo podrá ser verdad lo que parece un absurdo desde el punto de vista de esta matemática.

La lógica atraviesa el mismo proceso. Tiene que renunciar a sí misma, llegar a la necesidad de su propia aniquilación: y entonces puede surgir de ésta una lógica nueva y superior.

En su “Critica de la Razón Pura”, Kant demostró la posibilidad de una lógica trascendental.

Antes de Bacón y de Aristóteles, en las antiguas escrituras indias se dieron fórmulas de aquella lógica superior que abría las puertas de los misterios.

Pero el significado de estas fórmulas se perdió pronto.

Se las conservó en libros antiguos, pero sólo como algunas momias extrañas de un pensamiento extinguido, palabras sin contenido real.

Los nuevos pensadores volvieron a descubrir nuevamente estos principios, los expresaron con palabras nuevas.

Pero de nuevo quedaron sin entender, de nuevo se convirtieron en algún inútil adorno verbal.

Pero la idea continuó. Jamás se perdió la creencia en la posibilidad de hallar y establecer las leyes del mundo superior.

La filosofía mística nunca consideró a la lógica aristotélica como omniabarcante y omnipotente.

Construyó sus sistemas fuera de la lógica o encima de la lógica, siguiendo inconscientemente las líneas de pensamiento dictadas en la más remota antigüedad.

La lógica superior existía antes de que se formularan la lógica deductiva y la inductiva.

A la lógica superior se la puede llamar intuitiva, la lógica del infinito, la lógica del éxtasis.

Esta lógica no es sólo posible, sino que existe, y existió desde tiempo inmemorial; se la formuló muchas veces; ingresó como clave en los sistemas filosóficos: pero, de algún modo extraño, no se la reconoció como lógica.

El sistema de esta lógica puede deducirse de muchos sistemas filosóficos.

Encuentro la formulación más exacta y plena de esta lógica en PLOTINO, en su tratado "Sobre la Belleza Inteligible".

En el capítulo siguiente citaré este pasaje.

Al sistema de lógica superior lo llamé 'Tertium Organum", porque para nosotros es el tercer instrumento o la tercera ley del pensamiento después de Aristóteles y Bacon.

El primero fue el Organon, el segundo el Novum Organon.

Pero el tercero existía antes que el primero.

Un hombre que posea esta llave podrá abrir sin temor las puertas del mundo de las causas.

Los axiomas que el Tertium Organum contiene.

Los axiomas que el Tertium Organum contiene no pueden formularse en nuestro lenguaje.

Pero si aún tratamos de formularlos, producirán la impresión de absurdos.

Tomando los axiomas de Aristóteles como modelo, podemos expresar el principal axioma de la nueva lógica en nuestro pobre lenguaje terreno del siguiente modo:

A es tanto A como no A o Todo es tanto A como no A. o Todo es Todo.

Pero de hecho, estas fórmulas son completamente imposibles.

Y no son axiomas de lógica superior, son meros intentos de expresar los axiomas de esta lógica en conceptos.

En realidad, estas ideas de lógica superior son inexpresables en conceptos.

Y cuando nos encontramos con esta inexpresabilidad, significa que entramos en contacto con el mundo de las causas.

La fórmula lógica de A es tanto A como no A corresponde a la fórmula matemática de: una magnitud no puede ser mayor ni menor que sí misma.

El absurdo de estas dos proposiciones demuestra que no pueden referirse a nuestro mundo.

Naturalmente, el absurdo no indica, por sí, que una cosa pertenezca a los noúmenos.

Pero el hecho de pertenecer a los noúmenos se expresará necesariamente para nosotros en absurdo.

Esperar encontrar algo, en el mundo de las causas, que sea lógico desde nuestro punto de vista es tan inútil como pensar que el mundo de los cosas puede existir de acuerdo con las leyes del mundo de las sombras, o la estereometría de acuerdo con las leyes de la planimetría.

Dominar los principales principios de la lógica superior significa dominar los fundamentos de la comprensión del espacio de dimensiones superiores o el mundo de lo milagroso.

A fin de llegar a una clara comprensión de las relaciones del mundo multidimensional, debemos libramos de todos los "ídolos" de nuestro mundo (para usar la expresión de Bacón); en otras palabras, debemos libramos de todos los obstáculos para una percepción y un pensamiento correctos.

Y sobre todo, debemos tener una afinidad interior con el mundo de lo milagroso.

A fin de llegar a entender al mundo tridimensional, un ser bidimensional deberá ya ser tridimensional, y entonces librarse de sus "ídolos", o sea, de sus modos aceptados de sentir y pensar, que se volvieron axiomáticos y le crean la ilusión de la bidimensionalidad.

Exactamente, ¿de qué deberá librarse un ser bidimensional?

Primero que todo, y esto es importantísimo, deberá librarse de la convicción de que lo que ve y siente existe realmente: y como resultado de esto, deberá ser consciente de lo incorrecto de su representación del mundo, y entonces de la idea de que el mundo real y nuevo debe existir de algunas formas muy diferentes, nuevas, incomparables, no medibles con el mundo viejo.

Además, el ser bidimensional deberá librarse de la seguridad de que sus divisiones son correctas.

Deberá entender que las cosas que le parecen totalmente diferentes y separadas entre si, pueden ser parte de algún todo incomprensible para él, o que pueden tener mucho en común, aunque esto no se advierta; mientras que las cosas que parecen una sola e indivisible, son en realidad infinitamente complejas y múltiples.

La evolución mental del ser bidimensional deberá avanzar a lo largo de la línea del reconocimiento de las propiedades comunes de los objetos, antes desconocidos para él, que resultan de su origen similar o sus funciones similares, incomprensibles en un plano.

Una vez que el ser bidimensional reconoció la existencia posible de propiedades comunes, ya se aproximó a nuestra comprensión del mundo.

Se aproximó a nuestra lógica, empezó a entender el uso de un sustantivo colectivo, o sea, una palabra que no es un nombre propio sino un sustantivo común; en otras palabras, un vocablo que expresa un concepto.

Los "ídolos" del ser bidimensional que impiden el desarrollo de su consciencia son nombres propios que aquél da a todos los objetos que lo rodean.

Para él, cada objeto tiene su nombre propio, correspondiente a su representación de ese objeto; no tiene sustantivos comunes correspondientes a conceptos.

Sólo librándose de estos "ídolos" y entendiendo que los sustantivos pueden ser propios y comunes podrá avanzar más allá, desarrollarse mentalmente, aproximarse a la comprensión humana del mundo.

De otro modo, la frase más sencilla, como: Juan y Pedro son hombres será un absurdo para un ser bidimensional.

En su propia representación, tomará aproximadamente la siguiente forma: Juan y Pedro son Juan y Pedro.

En otras palabras, cada proposición lógica nuestra le parecerá un absurdo.

Está claro por qué esto debe ser así.

No tiene conceptos; los nombres propios que constituyen su lenguaje no tienen plural.

Está claro que el plural de nuestro lenguaje le parecerá un absurdo.

Pero, ¿dónde están nuestros "ídolos"? ¿De qué deberemos librarnos a fin de llegar a entender las relaciones del mundo multidimensional?

Primero que todo, debemos librarnos de la convicción de que vemos y sentimos lo que realmente existe y de que el mundo real es similar al mundo que vemos.

En otras palabras, debemos librarnos de la ilusión del mundo material.

Debemos entender con la mente toda la naturaleza ilusoria del mundo que percibimos en el tiempo y el espacio, y entender que el mundo real nada puede tener en común con ella.

Debemos entender que no podemos representarnos al mundo real en las formas; y entonces debemos entender la naturaleza condicional de los axiomas de nuestra matemática y nuestra lógica en relación con el mundo fenoménico irreal.

En matemática, la idea de infinito nos ayudará a hacer esto.

La irrealidad de las magnitudes finitas en comparación con las infinitas es evidente.

Monismo = La unidad fundamental de todo.

En lógica, podemos basar nuestro pensamiento en la idea del monismo, o sea, en la unidad fundamental de todo cuanto existe, y, en consecuencia, adoptar como nuestro punto de partida la imposibilidad de construir axioma alguno que consista en contraposiciones, tesis y antítesis, sobre los cuales se basa nuestra lógica.

La lógica de Aristóteles y Bacón es fundamentalmente dualista.

Si estamos profundamente imbuidos de la idea del monismo, venceremos al "ídolo" de esta lógica.

Ouspensky


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