EL TRABAJO
PSICOLOGICO
EL MUNDO DE LAS
CAUSAS
LEYES
Por: Ouspenksy
Ahora hemos aclarado
que las leyes descubiertas por nosotros en el espacio tridimensional y que
funcionan en este espacio son inaplicables, incorrectas y falsas en un espacio
de mayor número de dimensiones.
Esto es igualmente
cierto en matemática y en lógica.
Tan pronto como, en
vez de magnitudes finitas y constantes, empezamos a examinar magnitudes
infinitas y variables, vemos que los axiomas fundamentales de nuestra
matemática no pueden referirse a ellas.
Y tan pronto como, en
vez de conceptos, empezamos a pensar en otros términos, debemos preparamos para
afrontar una enorme cantidad de absurdos desde el punto de vista de la lógica
existente.
Nos parecerían
absurdos porque enfocamos al mundo multidimensional con la lógica del mundo
tridimensional.
Ya se demostró que
para un animal, o sea, para un ser bidimensional que no piensa con conceptos
sino con representaciones, nuestras proposiciones lógicas están obligadas a
parecer absurdas.
Las relaciones lógicas del mundo de muchas
dimensiones nos parecen igualmente absurdas.
No hay razón para
esperar que en el mundo de las causas, las relaciones puedan ser lógicas desde
nuestro punto de vista.
Por el contrario,
podemos decir que todo lo lógico es sólo fenoménico.
Por el otro lado, no puede haber nada
lógico desde nuestro punto de vista.
Todo lo que existe
allí está obligado a parecernos un absurdo
lógico, una necedad.
Y debemos recordar
que no podernos orientarnos allí con nuestra lógica.
La actitud del
pensamiento humano en sus principales tendencias respecto al "mundo del
más allá" fue siempre enteramente errónea.
La ciencia debe llegar a la mística, y luego
al estudio de las formas de la consciencia (y, en consecuencia, de la
percepción) que es distinta de la nuestra.
La ciencia debe
desechar casi todo lo viejo y ponerse en marcha a partir de una nueva teoría de
la cognición, para que la mística ofrezca un nuevo enfoque.
Si al mundo
tridimensional lo queremos dejar atrás y avanzar más allá, debemos, en primer
lugar, desarrollar algunos principios lógicos fundamentales que nos permitan
observar las relaciones de las cosas en el mundo de muchas dimensiones y ver en
ellas más bien cierta interdependencia ordenada que un absurdo completo.
Si entramos allí con
principios lógicos del mundo tridimensional, nos trabarán, no nos permitirán
elevamos por encima del suelo.
Primero que todo,
deberemos despojarnos de las cadenas de nuestra lógica.
Esta es la liberación
primera, grande y principal en pos de la que la humanidad debe empeñarse.
Un hombre que se
libró de las cadenas de la "lógica tridimensional" ya penetró en otro
mundo con el pensamiento.
Y esta transición no
sólo es posible sino que se cumple constantemente.
Por desgracia, no
estamos enteramente al tanto de nuestros derechos al "otro mundo" y a
menudo perdemos estos derechos, considerándonos aherrojados en este mundo terrestre.
Empero, existen
caminos que conducen allí.
La poesía, la
mística, la filosofía idealista de todas las épocas y todos los pueblos
conservan huellas de tal transición.
Siguiendo estas
huellas, también podemos hallar el camino.
Pensadores antiguos y
modernos nos dejaron muchas claves con las que podemos abrir las misteriosas
puertas, y muchas fórmulas mágicas ante las cuales estas puertas se abren
solas.
Pero no logramos
entender la finalidad de las llaves o de las fórmulas: y hemos perdido la
comprensión de las ceremonias mágicas y de los ritos de iniciación en los
Misterios, que perseguían un solo objeto: ayudar a esta transición en el alma
del hombre.
De modo que las
puertas permanecieron cerradas, y nosotros inclusive negamos que exista algo
detrás de estas puertas.
O, sospechando que
existe otro mundo, consideramos que es algo parecido al nuestro y separado de
nosotros, e intentamos penetrar en él sin darnos cuenta de que el principal
obstáculo en nuestro sendero es nuestra propia división del mundo en este mundo y el mundo del más
allá.
El mundo es uno solo, pero los medios para
percibirlo son distintos.
Y con medios
imperfectos de percepción es imposible penetrar en lo que es sólo accesible a
lo perfecto.
Los intentos con la
lógica del mundo fenoménico para penetrar con el pensamiento en el mundo del
más allá, en el mundo de los noúmenos, en el mundo de las causas, si no
resultaran un completo fracaso o no condujeran al hombre hacia el mundo del
soñar despierto, sólo dieron un resultado: consciente del nuevo orden de cosas,
el hombre perdió el sentido de la realidad del viejo orden.
El mundo visible empezó
a parecerle fantástico, irreal; todo se esfumó alrededor de él, desapareció
como humo, dejando una terrible sensación de ilusión.
Sintió en todo el
abismo del infinito, y que todo se derramaba dentro de este abismo.
La sensación de
infinitud es la prueba primera y más terrible antes de la iniciación.
¡No hay nada!
La pequeña alma
insignificante se siente suspendida en un vacío infinito.
Entonces, incluso el
alma misma cesa de existir.
No hay nada: sólo
existe la infinitud, la destrucción y disolución constantes y continuas de
todo.
En la literatura
mística de todos los pueblos hay referencias a esta sensación de vacío y oscuridad.
La misteriosa deidad
de los antiguos egipcios, mencionada en los mitos órficos era:
"La oscuridad
tres veces desconocida en cuya contemplación todo conocimiento se reduce a
ignorancia".
Esto significa que,
aproximándose al mundo de las causas sólo con el conocimiento del mundo de los
fenómenos, con su propio instrumento de la lógica que resultó fútil porque todo
lo nuevo lo eludía, el hombre estaba obligado a experimentar un terror
que superaba todos los límites.
En lo nuevo no sentía
aún nada que no fuera caos, mientras lo viejo
se esfumaba, retrocedía, se volvía irreal.
El terror y el pesar
ante la pérdida de lo viejo se mezclaban con el miedo hacia lo nuevo, hacia lo
desconocido, terrible en su infinitud.
En esta etapa, el
hombre atraviesa la misma experiencia que la de un animal que se convirtiera en
hombre.
Luego de una
momentánea vislumbre del nuevo mundo, la vida le hace retroceder.
El mundo que
vislumbró durante un breve momento parece un sueño, una fantasía, una creación
de su imaginación.
Pero el viejo mundo
del pasado tampoco es más el mismo, se estrecha, en él no hay cabida.
La consciencia que
despierta no puede conducir más a la misma vida salvaje y libre de una bestia.
Ya conoce algo, oye
algunas voces.
Y, al mismo tiempo, el cuerpo lo retiene.
Y no sabe dónde ni
cómo podrá escapar de él o escapar de sí.
El hombre que se
halla en el umbral del nuevo mundo tiene exactamente la misma experiencia.
Oyó la música
celestial, y las desvaídas canciones de la tierra no le tocan ni conmueven más;
o, si lo hacen es porque le hablan de sones celestiales, de lo inasequible, de
lo desconocido.
Experimentó un
sentimiento de extraordinaria expansión de la consciencia, cuando por un
momento todo fue claro para él, y no pudo reconciliarse con el lento trabajo terreno del cerebro.
Los momentos de
"sensación de infinitud" se conectan con emociones muy especiales.
En la literatura
"teosófica" y en los libros sobre ocultismo se dice a menudo que,
ingresando en el mundo "astral", el hombre empieza a ver nuevos colores, que no están en el espectro
solar.
Este simbolismo de
los nuevos colores de la "esfera astral" transmite precisamente el
pensamiento acerca de las nuevas emociones que el hombre empieza a experimentar
junto con las sensaciones de una consciencia expandida: "el océano que es
absorbido por una gota".
Este es el
"increíble arrobamiento" del que hablan los místicos, la luz celestial que los santos
"ven", las "sensaciones nuevas" que los poetas
experimentan.
Hasta la psicología
conversacional conecta al "éxtasis" con nuevas sensaciones
completamente insólitas, inaccesibles y desconocidas para el hombre en la vida
corriente.
Esta sensación de luz
y de alegría infinita se experimenta en momentos de expansión de la consciencia
(la apertura del loto místico del Yoghi indio), en el momento de la sensación
de infinitud que produce, al mismo tiempo, la sensación de oscuridad y terror
ilimitado.
¿Qué significa esto?
¿Cómo reconciliar la sensación de luz con la sensación de oscuridad, la
sensación de alegría con la sensación de terror?
¿Puede ser
simultánea?
¿Ocurre
simultáneamente?
Ocurre y tiene que
ocurrir así.
La literatura mística
nos da ejemplos de esto.
La sensación
simultánea de luz y oscuridad, alegría y terror parece simbolizar la extraña
dualidad y contradicción de la vida humana.
Puede ocurrirle a un
hombre que esté muy agudamente dividido, con un lado de su naturaleza muy
interiorizado en el "espíritu" y el otro hundido profundamente en la
"materia", o sea, en la ilusión, en la irrealidad; con fe demasiado
profunda en la realidad de lo irreal.
Hablando en general,
el nuevo mundo da la sensación
de luz, de vida, de consciencia omnipenetrante, de alegría...
Pero a una mente que no esté preparada el mismo mundo
le dará una sensación de oscuridad y terror infinitos.
Además, la sensación
de terror deberá provenir de la pérdida
de todo lo real, de la desaparición de este mundo.
A fin de no
experimentar el terror del nuevo mundo, es necesario conocerlo de antemano, ya
sea emocionalmente (a través de la fe y del amor), o intelectualmente (mediante la razón).
Y a fin de no experimentar
terror ante la pérdida del viejo mundo, debemos renunciar a él voluntariamente de antemano, también
a través de la fe o a través de la razón.
Es necesario
renunciar voluntariamente a todo el mundo bello y brillante en que vivimos,
admitir que es un espejismo, un fantasma, una irrealidad, un engaño, una
ilusión, maya.
Debemos
reconciliarnos con esta irrealidad, no temerla sino regocijarnos en ella.
Debemos despojarnos
de todo.
Debemos convertirnos
en pobres en espíritu, o sea, hacernos pobres
mediante el esfuerzo de nuestro espíritu.
El hermoso símbolo
del Evangelio expresa la verdad filosófica más profunda:
Bienaventurados los pobres en espíritu pues de ellos es el reino de los
cielos.
Estas palabras sólo
se aclaran si se las toma en el sentido de renunciamiento al mundo material.
"Pobres en
espíritu" no significa pobres en
el sentido material, en el sentido cotidiano del mundo; ciertamente, no
significa pobreza del espíritu.
La pobreza espiritual
es renunciamiento a la materia, la "pobreza" del hombre que no tiene
suelo bajo sus pies ni cielo sobre su cabeza.
Los raposas tienen sus madrigueras, y las aves del cielo sus nidos, más
el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar su cabeza.
Este es el género de
pobreza cuando un hombre está completamente
solo, porque empieza a ver a los demás, hasta los más cercanos a él, su
padre, su madre, no como los viera, sino de modo diferente, y renuncia a ellos
porque ve las entidades reales en
pos de las cuales se empeña, tal como al renunciar al fantasma fenoménico del
mundo se aproxima a lo que es verdaderamente real.
El momento de la
transición, el terrible momento de la pérdida
de lo viejo y la revelación de
lo nuevo fue descrito en la literatura antigua con una cantidad infinita
de alegorías.
La finalidad de los
Misterios era facilitar esa transición.
En la India, en
Egipto, en Grecia, existían ritos preparatorios
especiales, algunos sólo simbólicos, a veces reales, que conducían
realmente al alma hacia las puertas mismas del mundo nuevo, y abrían estas
puertas en el momento de la iniciación.
Pero los ritos y las
ceremonias externos no podían por sí solos crear la iniciación.
El trabajo principal
tenía que proseguir dentro del
alma y de la mente del hombre.
¿Cómo podrá entonces
la lógica ayudar a pasar a la consciencia de este nuevo mundo superior?
Hemos visto que la matemática ya encontró un camino que
introduce en este orden superior de cosas.
Penetrando allí,
primero que todo renuncia a sus axiomas
fundamentales de identidad y diferencia.
En el mundo de las
magnitudes infinitas y fluidas, una
magnitud no puede ser igual a sí misma: una parte no puede ser igual al todo; y
de magnitudes iguales una puede ser infinitamente mayor que otra.
Todo esto suena como
un absurdo desde el punto de vista de la matemática de los números finitos y
constantes.
Pero la matemática
misma de los números finitos y constantes es un cálculo de relaciones entre
magnitudes inexistentes, o sea, un absurdo.
Por lo tanto, sólo
podrá ser verdad lo que parece un absurdo desde el punto de vista de esta
matemática.
La lógica atraviesa
el mismo proceso. Tiene que renunciar a sí misma, llegar a la necesidad de su
propia aniquilación: y entonces puede surgir de ésta una lógica nueva y
superior.
En su “Critica de la Razón Pura”, Kant
demostró la posibilidad de una lógica
trascendental.
Antes de Bacón y de Aristóteles,
en las antiguas escrituras indias se dieron fórmulas de aquella lógica superior
que abría las puertas de los misterios.
Pero el significado
de estas fórmulas se perdió pronto.
Se las conservó en
libros antiguos, pero sólo como algunas momias extrañas de un pensamiento
extinguido, palabras sin contenido real.
Los nuevos pensadores
volvieron a descubrir nuevamente estos principios, los expresaron con palabras
nuevas.
Pero de nuevo
quedaron sin entender, de nuevo se convirtieron en algún inútil adorno verbal.
Pero la idea
continuó. Jamás se perdió la creencia en la posibilidad de hallar y establecer
las leyes del mundo superior.
La filosofía mística
nunca consideró a la lógica aristotélica como omniabarcante y omnipotente.
Construyó sus
sistemas fuera de la lógica o encima
de la lógica, siguiendo inconscientemente las líneas de pensamiento dictadas en la más remota antigüedad.
La lógica superior existía
antes de que se formularan la lógica deductiva
y la inductiva.
A la lógica superior
se la puede llamar intuitiva, la
lógica del infinito, la lógica del éxtasis.
Esta lógica no es
sólo posible, sino que existe, y existió
desde tiempo inmemorial; se la formuló muchas veces; ingresó como clave en los
sistemas filosóficos: pero, de algún modo extraño, no se la reconoció como lógica.
El sistema de esta
lógica puede deducirse de muchos sistemas filosóficos.
Encuentro la
formulación más exacta y plena de esta lógica en PLOTINO, en su tratado
"Sobre la Belleza Inteligible".
En el capítulo
siguiente citaré este pasaje.
Al sistema de lógica
superior lo llamé 'Tertium Organum", porque para nosotros es el tercer instrumento o la tercera ley
del pensamiento después de Aristóteles y Bacon.
El primero fue el Organon,
el segundo el Novum Organon.
Pero el tercero
existía antes que el primero.
Un hombre que posea
esta llave podrá abrir sin temor las puertas del mundo de las causas.
Los axiomas que el Tertium
Organum contiene.
Los axiomas que el Tertium Organum contiene no pueden
formularse en nuestro lenguaje.
Pero si aún tratamos
de formularlos, producirán la impresión de absurdos.
Tomando los axiomas
de Aristóteles como modelo, podemos expresar el principal axioma de la nueva
lógica en nuestro pobre lenguaje terreno del siguiente modo:
A es tanto A como no A o Todo es tanto A como no A. o Todo es Todo.
Pero de hecho, estas
fórmulas son completamente imposibles.
Y no son axiomas de lógica superior, son meros
intentos de expresar los axiomas de esta lógica en conceptos.
En realidad, estas
ideas de lógica superior son inexpresables
en conceptos.
Y cuando nos
encontramos con esta inexpresabilidad, significa que entramos en contacto con
el mundo de las causas.
La fórmula lógica de
A es tanto A como no A corresponde
a la fórmula matemática de: una magnitud
no puede ser mayor ni menor que sí misma.
El absurdo de estas
dos proposiciones demuestra que no pueden referirse a nuestro mundo.
Naturalmente, el
absurdo no indica, por sí, que una cosa pertenezca a los noúmenos.
Pero el hecho de
pertenecer a los noúmenos se expresará necesariamente para nosotros en absurdo.
Esperar encontrar
algo, en el mundo de las causas, que sea lógico
desde nuestro punto de vista es tan inútil como pensar que el mundo de
los cosas puede existir de acuerdo con las leyes del mundo de las sombras, o la estereometría de
acuerdo con las leyes de la planimetría.
Dominar los
principales principios de la lógica
superior significa dominar los fundamentos de la comprensión del espacio
de dimensiones superiores o el mundo de lo milagroso.
A fin de llegar a una
clara comprensión de las relaciones del mundo multidimensional, debemos
libramos de todos los "ídolos" de nuestro mundo (para usar la
expresión de Bacón); en otras palabras, debemos libramos de todos los
obstáculos para una percepción y un pensamiento correctos.
Y sobre todo, debemos
tener una afinidad interior con el mundo de lo milagroso.
A fin de llegar a
entender al mundo tridimensional, un ser bidimensional deberá ya ser
tridimensional, y entonces librarse de sus "ídolos", o sea, de sus
modos aceptados de sentir y pensar, que se volvieron axiomáticos y le crean la
ilusión de la bidimensionalidad.
Exactamente, ¿de qué
deberá librarse un ser bidimensional?
Primero que todo, y
esto es importantísimo, deberá librarse de la convicción de que lo que ve y siente existe realmente: y como
resultado de esto, deberá ser consciente de lo incorrecto de su representación
del mundo, y entonces de la idea de que el mundo real y nuevo debe
existir de algunas formas muy
diferentes, nuevas, incomparables, no medibles con el mundo viejo.
Además, el ser
bidimensional deberá librarse de la seguridad de que sus divisiones son
correctas.
Deberá entender que
las cosas que le parecen totalmente diferentes y separadas entre si, pueden ser
parte de algún todo incomprensible para él, o que pueden tener mucho en común,
aunque esto no se advierta; mientras que las cosas que parecen una sola e indivisible,
son en realidad infinitamente complejas y múltiples.
La evolución mental
del ser bidimensional deberá avanzar a lo largo de la línea del reconocimiento
de las propiedades comunes de los objetos, antes desconocidos para él, que resultan de su origen similar
o sus funciones similares, incomprensibles en un plano.
Una vez que el ser
bidimensional reconoció la existencia posible de propiedades comunes, ya se
aproximó a nuestra comprensión del mundo.
Se aproximó a nuestra
lógica, empezó a entender el uso de un sustantivo colectivo, o sea, una palabra
que no es un nombre propio sino un sustantivo común; en otras palabras, un
vocablo que expresa un concepto.
Los
"ídolos" del ser bidimensional que impiden el desarrollo de su
consciencia son nombres propios que
aquél da a todos los objetos que lo rodean.
Para él, cada objeto
tiene su nombre propio, correspondiente a su representación de ese objeto; no
tiene sustantivos comunes correspondientes a conceptos.
Sólo librándose de
estos "ídolos" y entendiendo que los sustantivos pueden ser propios y
comunes podrá avanzar más allá, desarrollarse mentalmente, aproximarse a la
comprensión humana del mundo.
De otro modo, la
frase más sencilla, como: Juan y Pedro
son hombres será un absurdo para un ser bidimensional.
En su propia
representación, tomará aproximadamente
la siguiente forma: Juan y Pedro son
Juan y Pedro.
En otras palabras,
cada proposición lógica nuestra
le parecerá un absurdo.
Está claro por qué
esto debe ser así.
No tiene conceptos;
los nombres propios que
constituyen su lenguaje no tienen plural.
Está claro que el
plural de nuestro lenguaje le parecerá un absurdo.
Pero, ¿dónde están
nuestros "ídolos"? ¿De qué deberemos librarnos a fin de llegar a
entender las relaciones del mundo multidimensional?
Primero que todo,
debemos librarnos de la convicción de que vemos y sentimos lo que realmente
existe y de que el mundo real es similar al mundo que vemos.
En otras palabras,
debemos librarnos de la ilusión del mundo material.
Debemos entender con
la mente toda la naturaleza
ilusoria del mundo que percibimos en el tiempo y el espacio, y entender que el
mundo real nada puede tener en
común con ella.
Debemos entender que
no podemos representarnos al mundo real en las formas; y entonces debemos
entender la naturaleza condicional de los axiomas de nuestra
matemática y nuestra lógica en relación con el mundo fenoménico irreal.
En matemática, la idea de infinito nos ayudará a hacer
esto.
La irrealidad de las
magnitudes finitas en comparación con las infinitas es evidente.
Monismo = La unidad
fundamental de todo.
En lógica, podemos
basar nuestro pensamiento en la idea
del monismo, o sea, en la unidad fundamental de todo cuanto existe, y,
en consecuencia, adoptar como nuestro punto de partida la imposibilidad de
construir axioma alguno que consista en contraposiciones, tesis y antítesis,
sobre los cuales se basa nuestra lógica.
La lógica de
Aristóteles y Bacón es fundamentalmente dualista.
Si estamos
profundamente imbuidos de la idea del monismo, venceremos al "ídolo"
de esta lógica.
Ouspensky
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