RECORDAR
EL PROPÓSITO
Ya se
ha dicho que cuando un hombre trata de recordarse a sí mismo es preciso que
recuerde también su propósito.
Cuando
un hombre recuerda el Trabajo dentro de sí y su propósito y al mismo tiempo
observa la vida, este acto de recuerdo de sí lleva al Trabajo hasta el punto de
entrada de las impresiones —es decir, le permite tomar la vida entrante desde
el punto de vista del Trabajo, observar las reacciones que está a punto de
crear e impedir que las impresiones caigan dentro de sí en su lugar acostumbrado
y produzcan sus reacciones habituales.
Todo
esto comporta una lucha entre los "síes" y los "noes".
Un
hombre en tal estado puede ver una impresión que está a punto de producir una
respuesta característica en él y dice "sí" o "no" a ella.
Si la
respuesta que la impresión está a punto de provocar es contraria al propósito
de este hombre y él le dice "no", entonces mantiene su propósito.
Está
trabajando sobre si y en ese momento ha
sacrificado algo.
¿Qué ha
sacrificado?
La satisfacción
de reaccionar como siempre —es decir, mecánicamente—, la satisfacción de
sentirse agraviado, la satisfacción de algún pensamiento o manifestación
desagradable.
Todo
ello involucra una lucha muy rápida y que no aparece exteriormente.
Tiene lugar
dentro de un hombre y tiene que ver con su asentimiento interior o su negación interior.
Tiene
lugar donde un hombre habría de
ser consciente, donde habría de
estar despierto —y donde, en realidad, está dormido.
Este lugar puede ser hallado.
Es el
lugar donde se produce el Primer
Choque Consciente.
Como se
acaba de decir, un hombre debe siempre recordar su propósito cuando se recuerda
a sí mismo.
Un
hombre no puede desarrollarse a menos que se recuerde a sí mismo, porque su
punto de desarrollo está en el punto donde
se recuerda a sí mismo.
Y aquí
está el punto donde un hombre puede luchar conscientemente.
Para
que un hombre se desarrolle, es preciso que se entable en "él una lucha
entre los "síes" y los "noes", una lucha entre el propósito
y el no propósito.
Pero
todo dependerá de la naturaleza de esta lucha —es decir, del OBJETO para el cual lucha un hombre
y de lo que recuerda como sí y
como no.
De ello
dependerá el resultado de esta
lucha.
Por
regla general, no hay lucha en la vida interior de un hombre.
En un
hombre mecánico, un hombre que no se recuerda a sí mismo, un hombre rutinario
que reacciona mecánicamente a su contorno, según su propia manera adquirida,
que sigue sus hábitos adquiridos, no hay lucha interior.
Sólo empieza
una lucha cuando ese hombre va en contra de su rutina, de su mecanicidad, a la
que imagina que sigue por propia voluntad.
Pero si
empieza en él una lucha, en especial si en la lucha hay una línea continua y
definida, entonces se forman gradualmente en esa persona rasgos cada vez más
permanentes que son su consecuencia.
La
clase de rasgos permanentes que se formen en él dependerá de la naturaleza de
la lucha y de lo que constituya su "si" y su "no".
Si un hombre
recuerda todo lo que comprende del Trabajo y de sus enseñanzas, entonces la
calidad de su sí y de su no, en
su lucha interior consigo mismo, será correcta, y si la cristalización comienza
en él sobre la base del
Trabajo, será una cristalización correcta.
Maurice Nicoll
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