MÉTODOS
DE COMPRENSIÓN
DOS MÉTODOS:
A
través de comunicación cambio de pensamientos, y por medio de conclusiones por
analogía (comparación o relación entre varias razones o conceptos).
Para lo
primero, es necesario que nuestra vida mental se vuelva semejante a la de
ellas, trascienda los límites del mundo tridimensional, o sea, se necesita un
cambio de nuestra forma de percepción y representación.
Lo segundo
puede resultar de una expansión gradual de la facultad de trazar alegorías
(representar una idea valiéndose de formas).
Al tratar
de pensar fuera de las categorías habituales, al tratar de mirar a las cosas y
mirarnos desde un nuevo ángulo, y simultáneamente desde muchos ángulos, al
tratar de LIBERAR nuestro pensamiento de las particiones consuetudinarias
(tradición, costumbre) del tiempo y del espacio, empezamos gradualmente a advertir
analogías entre las cosas, donde anteriormente no hemos visto nada.
Nuestra
mente crece, y con ella crece la capacidad de trazar analogías.
Con
cada nuevo grado que se alcanza, esta capacidad ensancha y enriquece nuestra
mente.
A cada
momento avanzamos más rápidamente, cada nuevo paso se vuelve más fácil.
Nuestra
vida mental se vuelve diferente.
Y
entonces, aplicándonos nuestra ampliada capacidad de trazar analogías Y MIRAR EN DERREDOR, advertimos de pronto, en torno de nosotros, una vida mental cuya
existencia jamás sospechamos antes.
Y
entendemos por qué no pudimos ver esto antes.
Está en
otro plano, no en el plano en el que había existido anteriormente nuestra vida
mental.
Precisamente
de este modo, esta capacidad de trazar nuevas analogías es el comienzo
de los cambios que nos conducen hacia otro plano del ser.
La
mente del hombre empieza a penetrar en el mundo de los noúmenos (en el mundo
tal como es) que es afín a ella.
Junto
con esto, la visión que el hombre tiene acerca del mundo fenoménico experimenta
un cambio.
Los
fenómenos pueden adquirir a sus ojos, de repente, un agrupamiento enteramente
nuevo.
Como ya
se dijo, puede demostrarse que cosas similares
son diferentes, que
cosas diferentes son similares, que cosas totalmente separadas, inconexas,
pueden resultar que son partes de una gran totalidad de alguna categoría enteramente nueva, mientras que las cosas que
parecen indisolublemente conexas y formando una totalidad pueden, en realidad,
resultar ser manifestaciones de mentes diferentes, que nada tienen en común,
ignorando incluso la existencia de una con otra.
De
hecho, puede resultar tal cualquier totalidad de nuestro mundo: de
un hombre, un animal, un planeta, o sea, consistente en diferentes mentes,
representando, por decirlo así, un campo de batalla de seres diferentes.
En cada
totalidad de nuestro mundo vemos muchas tendencias, inclinaciones,
empeños, esfuerzos, contrarios.
Cada
totalidad es, por decirlo así, un campo de batalla de una gran cantidad de
fuerzas contrarias, cada una de las cuales actúa por sí, se empeña
en alcanzar sus propios fines, habitualmente para destruir a esa totalidad
Pero la
interacción de estas fuerzas constituye la vida de la totalidad.
Y en
todo hay siempre ALGO ACTIVO que limita la actividad de tendencias
separadas.
Este algo
es la vida mental de la totalidad.
Nos es
imposible establecer la existencia de esta vida por medio de la analogía
con nosotros mismos o por medio de la comunicación con ella.
Pero
ante nosotros se abre un nuevo camino.
Vemos
una función separada y enteramente nueva (la preservación de la totalidad).
Detrás
de esta función, presuponemos la existencia de algo separado.
Este algo
separado, que posee una función definida, es imposible sin una vida mental
separada.
Si la Totalidad
posee vida mental, entonces las separadas tendencias de fuerzas deberán
también poseer una vida que les pertenezca.
Un
cuerpo humano o un organismo es el punto de intersección de las líneas de estas
vidas, un lugar de encuentro, tal vez un campo de batalla.
Nuestro yo: este es el campo de batalla en el que, a cada momento,
los “yoes”, una u otra emoción, uno u otro hábito o tendencia se impone, subyugando
a los otros durante ese momento e identificándose con el yo.
Pero el yo es también un ser, que posee su propia vida; sólo que es muy poco
consciente en qué consiste y se conecta constantemente ora con una parte de si,
ora con otra.
El yo es muy poco consciente de en qué consiste
Lo
tenemos, porque sabemos que no hay nada puramente mecánico, y que cada
algo que posea una función separada deberá estar animado y podrá llamarse un
ser.
Todos
los seres, cuya existencia podemos presuponer en el mundo de muchas dimensiones,
tal vez no se conozcan entre sí, o sea, tal vez no sepan QUE NOS CONECTAMOS juntos en varias totalidades en nuestro mundo fenoménico, tal como en
general tal vez no tengan conocimiento de nuestro mundo fenoménico y sus
relaciones.
Pero
ellos deben conocerse, aunque no podamos determinar el grado de claridad de su
consciencia.
Tal vez
ese grado sea más claro que el nuestro, o tal vez sea más nebuloso, o a
semejanza de un sueño.
Entre
estos seres tal vez prosiga un intercambio de pensamientos continuo,
aunque advertido imperfectamente, similar al metabolismo de un cuerpo vivo.
Tal vez
experimenten ciertos sentimientos en común, tal vez surjan en todos ellos
ciertos pensamientos, por decirlo así, simultáneamente, bajo el estímulo de
causas comunes.
Según
los lineamientos de esta comunión interior deben dividirse en diferentes totalidades
de algunas categorías enteramente incomprensibles para nosotros o sólo
sospechadas parcialmente.
La
esencia de cada uno de tales seres separados debe consistir en CONOCERSE Y CONOCER SUS FUNCIONES Y RELACIONES más íntimas: DEBE SENTIR las cosas que son
análogas a él y debe poder hablar acerca de sí y de ellas.
En
otras palabras, esta consciencia debe consistir en tener siempre ante ella UN CUADRO DE SI y sus relaciones más intimas.
Está
reviendo eternamente este cuadro, por decirlo así, y lo transmite de inmediato
a otro ser al entrar en comunicación con él.
En las
condiciones existentes de nuestra percepción, no podemos decir si estos
seres pertenecientes a partes del mundo distintas del nuestro existen o no.
Sólo
una mente transformada puede sentirlas.
Nuestra
percepción y nuestro pensamiento ordinarios están demasiado absortos en las
sensaciones del mundo fenoménico y en sí mismos y, por lo tanto, no
reflejan IMPRESIONES que provengan de otros seres, o las reflejan tan
débilmente que no se fijan en él de forma perceptible.
Y no
advertimos que estamos en comunicación constante con el noúmeno de todo
lo que nos rodea, lejos y cerca, con seres similares a nosotros y totalmente
diferentes de nosotros, con las vidas de todo en el mundo y con la vida de todo
el mundo.
Sin
embargo, si las impresiones que provienen de otros seres son tan fuertes que
nuestra mente las siente, de inmediato las proyecta en el mundo fenoménico y
puede llegar a buscar una causa para ellas en el mundo fenoménico, exactamente
como un ser bidimensional que vive en un plano busca en su propio plano las
causas de las impresiones que provienen del mundo superior.
Nuestra
mente está limitada por su percepción nouménica, o sea, está circundada en si
misma.
Maurice
Nicoll
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