miércoles, 28 de enero de 2015

MÉTODOS DE COMPRENSIÓN

MÉTODOS DE COMPRENSIÓN

DOS MÉTODOS:

A través de comunicación cambio de pensamientos, y por medio de conclusiones por analogía (comparación o relación entre varias razones o conceptos).

Para lo primero, es necesario que nuestra vida mental se vuelva semejante a la de ellas, trascienda los límites del mundo tridimensional, o sea, se necesita un cambio de nuestra forma de percepción y representación.

Lo segundo puede resultar de una expansión gradual de la facultad de trazar alegorías (representar una idea valiéndose de formas).

Al tratar de pensar fuera de las categorías habituales, al tratar de mirar a las cosas y mirarnos desde un nuevo ángulo, y simultáneamente desde muchos ángulos, al tratar de LIBERAR nuestro pensamiento de las particiones consuetudinarias (tradición, costumbre) del tiempo y del espacio, empezamos gradualmente a advertir analogías entre las cosas, donde anteriormente no hemos visto nada.

Nuestra mente crece, y con ella crece la capacidad de trazar analogías.

Con cada nuevo grado que se alcanza, esta capacidad ensancha y enriquece nuestra mente.

A cada momento avanzamos más rápidamente, cada nuevo paso se vuelve más fácil.

Nuestra vida mental se vuelve diferente.

Y entonces, aplicándonos nuestra ampliada capacidad de trazar analogías Y MIRAR EN DERREDOR, advertimos de pronto, en torno de nosotros, una vida mental cuya existencia jamás sospechamos antes.

Y entendemos por qué no pudimos ver esto antes.

Está en otro plano, no en el plano en el que había existido anteriormente nuestra vida mental.

Precisamente de este modo, esta capacidad de trazar nuevas analogías es el comienzo de los cambios que nos conducen hacia otro plano del ser.

La mente del hombre empieza a penetrar en el mundo de los noúmenos (en el mundo tal como es) que es afín a ella.

Junto con esto, la visión que el hombre tiene acerca del mundo fenoménico experimenta un cambio.

Los fenómenos pueden adquirir a sus ojos, de repente, un agrupamiento enteramente nuevo.

Como ya se dijo, puede demostrarse que cosas similares son diferentes, que cosas diferentes son similares, que cosas totalmente separadas, inconexas, pueden resultar que son partes de una gran totalidad de alguna categoría enteramente nueva, mientras que las cosas que parecen indisolublemente conexas y formando una totalidad pueden, en realidad, resultar ser manifestaciones de mentes diferentes, que nada tienen en común, ignorando incluso la existencia de una con otra.

De hecho, puede resultar tal cualquier totalidad de nuestro mundo: de un hombre, un animal, un planeta, o sea, consistente en diferentes mentes, representando, por decirlo así, un campo de batalla de seres diferentes.

En cada totalidad de nuestro mundo vemos muchas tendencias, inclinaciones, empeños, esfuerzos, contrarios.

Cada totalidad es, por decirlo así, un campo de batalla de una gran cantidad de fuerzas contrarias, cada una de las cuales actúa por sí, se empeña en alcanzar sus propios fines, habitualmente para destruir a esa totalidad

Pero la interacción de estas fuerzas constituye la vida de la totalidad.

Y en todo hay siempre ALGO ACTIVO que limita la actividad de tendencias separadas.

Este algo es la vida mental de la totalidad.

Nos es imposible establecer la existencia de esta vida por medio de la analogía con nosotros mismos o por medio de la comunicación con ella.

Pero ante nosotros se abre un nuevo camino.

Vemos una función separada y enteramente nueva (la preservación de la totalidad).

Detrás de esta función, presuponemos la existencia de algo separado.

Este algo separado, que posee una función definida, es imposible sin una vida mental separada.

Si la Totalidad posee vida mental, entonces las separadas tendencias de fuerzas deberán también poseer una vida que les pertenezca.

Un cuerpo humano o un organismo es el punto de intersección de las líneas de estas vidas, un lugar de encuentro, tal vez un campo de batalla.

Nuestro yo: este es el campo de batalla en el que, a cada momento, los “yoes”, una u otra emoción, uno u otro hábito o tendencia se impone, subyugando a los otros durante ese momento e identificándose con el yo.

Pero el yo es también un ser, que posee su propia vida; sólo que es muy poco consciente en qué consiste y se conecta constantemente ora con una parte de si, ora con otra.

El yo es muy poco consciente de en qué consiste

Lo tenemos, porque sabemos que no hay nada puramente mecánico, y que cada algo que posea una función separada deberá estar animado y podrá llamarse un ser.

Todos los seres, cuya existencia podemos presuponer en el mundo de muchas dimensiones, tal vez no se conozcan entre sí, o sea, tal vez no sepan QUE NOS CONECTAMOS juntos en varias totalidades en nuestro mundo fenoménico, tal como en general tal vez no tengan conocimiento de nuestro mundo fenoménico y sus relaciones.

Pero ellos deben conocerse, aunque no podamos determinar el grado de claridad de su consciencia.

Tal vez ese grado sea más claro que el nuestro, o tal vez sea más nebuloso, o a semejanza de un sueño.

Entre estos seres tal vez prosiga un intercambio de pensamientos continuo, aunque advertido imperfectamente, similar al metabolismo de un cuerpo vivo.

Tal vez experimenten ciertos sentimientos en común, tal vez surjan en todos ellos ciertos pensamientos, por decirlo así, simultáneamente, bajo el estímulo de causas comunes.

Según los lineamientos de esta comunión interior deben dividirse en diferentes totalidades de algunas categorías enteramente incomprensibles para nosotros o sólo sospechadas parcialmente.

La esencia de cada uno de tales seres separados debe consistir en CONOCERSE Y CONOCER SUS FUNCIONES Y RELACIONES más íntimas: DEBE SENTIR las cosas que son análogas a él y debe poder hablar acerca de sí y de ellas.

En otras palabras, esta consciencia debe consistir en tener siempre ante ella UN CUADRO DE SI y sus relaciones más intimas.

Está reviendo eternamente este cuadro, por decirlo así, y lo transmite de inmediato a otro ser al entrar en comunicación con él.

En las condiciones existentes de nuestra percepción, no podemos decir si estos seres pertenecientes a partes del mundo distintas del nuestro existen o no.

Sólo una mente transformada puede sentirlas.

Nuestra percepción y nuestro pensamiento ordinarios están demasiado absortos en las sensaciones del mundo fenoménico y en sí mismos y, por lo tanto, no reflejan IMPRESIONES que provengan de otros seres, o las reflejan tan débilmente que no se fijan en él de forma perceptible.

Y no advertimos que estamos en comunicación constante con el noúmeno de todo lo que nos rodea, lejos y cerca, con seres similares a nosotros y totalmente diferentes de nosotros, con las vidas de todo en el mundo y con la vida de todo el mundo.

Sin embargo, si las impresiones que provienen de otros seres son tan fuertes que nuestra mente las siente, de inmediato las proyecta en el mundo fenoménico y puede llegar a buscar una causa para ellas en el mundo fenoménico, exactamente como un ser bidimensional que vive en un plano busca en su propio plano las causas de las impresiones que provienen del mundo superior.

Nuestra mente está limitada por su percepción nouménica, o sea, está circundada en si misma.

Maurice Nicoll




                         



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