EMOCIONES PURAS E
IMPURAS
No obstante, hay
realmente emociones puras e impuras.
Todos sabemos bien
que hay verdad en esta división.
¿Dónde está, pues?
¿Qué significa?
Un examen de las
emociones desde el punto de vista del conocimiento sólo podrá dar una clave de
este problema.
UNA EMOCIÓN IMPURA………
Una emoción impura es
exactamente lo mismo que un vidrio sucio, agua sucia o un sonido impuro, o sea,
una emoción que no es pura, que contiene materia extraña o un sedimento, o es
la repercusión de otras emociones; que es impura-mixta.
Una emoción impura da
un conocimiento oscuro, no puro, tal como un vidrio sucio da una imagen
confusa.
UNA EMOCIÓN PURA………
Una emoción pura da
una imagen clara y pura del conocimiento que se proyecta transmitir.
Esta es la única
solución posible del problema.
El obstáculo
principal que nos impide llegar a esta solución es la habitual tendencia moral
que dividió a las emociones, a priori, en "morales" e
"inmorales".
Pero si, por un
momento, tratamos de desechar el habitual sistema moral, veremos que la cuestión
es mucho más sencilla, que no hay emociones impuras en su naturaleza, y que
cada emoción puede ser pura o impura según contenga una mezcla de otras
emociones o no.
Puede existir
sensualidad pura, la sensualidad del "Cantar de los Cantares" que se
transforma en la sensación de la vida cósmica y nos permite oír el acompasado
latido de la Naturaleza.
Y puede existir
sensualidad, mezclada con otras emociones, buenas o malas desde el punto de
vista moral, pero que igualmente tornan turbulenta a la sensualidad.
Puede existir
simpatía pura, y simpatía mezclada con cálculo para recibir algo a cambio de la
nuestra.
Puede existir el
deseo puro de conocer, una sed de conocimiento por el conocimiento mismo, y
puede existir una búsqueda de conocimiento inducida por consideraciones de beneficio
y ganancia que han de derivar de este conocimiento.
En sus
manifestaciones externas, las emociones puras e impuras pueden diferir muy
poco.
Todos los hombres
pueden jugar ajedrez y parecerse mucho en su conducta externa, pero uno puede
ser impulsado por la ambición, el deseo de victoria, y estará lleno de
diferentes sentimientos desagradables hacia su oponente: aprensión, envidia por
un movimiento inteligente, disgusto, celos, animosidad o goce anticipado por su
triunfo; pero el otro puede simplemente tratar de resolver el complicado
problema matemático que se le presenta, sin pensar para nada en su rival.
La emoción del
primero será impura porque está demasiado mezclada.
La emoción del
segundo será pura.
Por supuesto, lo que
esto significa es perfectamente evidente.
Ejemplos de tal
división de emociones similares en lo externo pueden verse constantemente en
las actividades artísticas, literarias, científicas, sociales y hasta
espirituales y religiosas de los hombres.
En todos los
dominios, sólo la victoria completa sobre el elemento personal conduce al
hombre a un correcto conocimiento del mundo y de sí mismo.
Todas las emociones
matizadas por el elemento personal semejan vidrios cóncavos, convexos o
distorsionantes que refractan incorrectamente los rayos y de tal manera
deforman la imagen del mundo.
EL CONOCIMIENTO
EMOCIONAL………
El problema del
conocimiento emocional consiste, pues, en una correspondiente preparación de
las emociones que sirven de instrumentos del conocimiento.
"Sed como niños..."
y "Bienaventurados los puros de corazón..." Estas palabras de los
Evangelios hablan,
primero que todo, acerca de la purificación de las emociones.
Es imposible conocer
correctamente a través de las emociones impuras.
EL TRABAJO DE
PURIFICACIÓN Y ELEVACIÓN DE LAS EMOCIONES………
En consecuencia, en
bien de un conocimiento correcto del mundo y de uno mismo, debe proseguir en el
hombre el trabajo de purificación y elevación de las emociones.
Esto último nos
aporta una visión totalmente nueva de la moralidad.
La moralidad, cuyo
objetivo consiste precisamente en establecer un sistema de correcta relación
con las emociones y en ayudar a su purificación y elevación, cesa de ser a
nuestros ojos un ejercicio tedioso y autónomo de la virtud.
ouspensky
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