miércoles, 28 de enero de 2015

EL NUEVO CONOCIMIENTO

EL NUEVO CONOCIMIENTO

Luego de establecer el principio de la posible unificación de las formas de nuestro conocimiento, ahora debemos ver si esta unificación se realizó en alguna parte; cómo puede realizarse; y si se la realizará de una forma enteramente nueva o si una de las formas existentes abarcará a todas las demás.

Para esto, tendremos que regresar a los principios fundamentales de nuestro conocimiento y comparar las posibilidades de desarrollo que los diferentes métodos poseen.
                                    
En otras palabras, debemos intentar averiguar qué camino y qué método entre todos es el que nos conduce más rápidamente al nuevo conocimiento.
           
Hasta cierto punto, ya hemos establecido esto respecto del camino emocional: el desarrollo de las emociones, su purificación y LIBERACIÓN respecto de los elementos personales deben conducir al nuevo conocimiento.

Primero que todo, ¿qué es el nuevo conocimiento?
                 
El nuevo conocimiento es la percepción directa mediante el sentimiento interior.

Yo siento directamente mi dolor; el nuevo conocimiento puede hacerme sentir como mío propio el dolor de otro hombre.
 
Así el nuevo conocimiento es, en si, una expansión de la experiencia directa.

La cuestión es: ¿la expansión del conocimiento objetivo puede basarse en esta nueva experiencia?

Debemos examinar la naturaleza del conocimiento objetivo.

Nuestro conocimiento objetivo consiste en la ciencia y la filosofía.
             
La ciencia consideró siempre a la experiencia interior como datos, como algo que no puede cambiarse, pero que es "dudoso" y necesita verificarse y corroborarse mediante el método objetivo.

La ciencia estudia al mundo como un fenómeno objetivo, y se empeña en estudiar la vida interior del hombre con todas sus propiedades como un fenómeno objetivo.

Desde un ángulo, simultáneamente con esto, ha continuado el estudio de la vida interior del hombre, por decirlo así, desde dentro, pero a este estudio no se le atribuyó jamás gran significación.

Los límites del conocimiento interior, o sea, las fronteras de la vida interior, se consideraron como estrictamente definidos, establecidos e inmutables.

La posibilidad de expansión, aunque basada en la misma experiencia interior, fue admitida sólo en el caso del conocimiento objetivo.
                     
Debemos ver qué constituye la posibilidad de la expansión del conocimiento objetivo.


En su desarrollo, la ciencia, o sea, el conocimiento objetivo, se encontró con obstáculos a cada paso.

La ciencia estudia los fenómenos; tan pronto trata de pasar al estudio de las causas, enfrenta la pared de lo desconocido y, para ella, lo incognoscible.

En la actualidad, la situación es ésta: la cantidad de hechos desconocidos en cada dominio del conocimiento científico aumenta rápidamente; y lo desconocido amenaza con tragarse lo conocido y lo que se acepta como conocido.

El progreso de la ciencia, especialmente en épocas recientes, puede definirse como un crecimiento muy rápido de las regiones de la ignorancia.
                   
Por supuesto, en el pasado no hubo menos ignorancia de la que hay ahora.

Pero en el pasado no se la sentía con tanta fuerza: entonces, la ciencia no sabía qué era lo que ignoraba.

Ahora conoce esto cada vez más, y se da cuenta cada vez más claramente de su propia naturaleza condicional.

Un poco más allá, y en cada separada rama de la ciencia, lo que ésta no conoce superará a lo que conoce.

En cada departamento, la ciencia misma empieza a repudiar sus primeros principios.

Un poco más, y la ciencia misma en conjunto se preguntará: ¿Dónde estoy?

El pensamiento positivista, que se impuso la tarea de sacar conclusiones generales del conocimiento ganado por cada separado departamento de la ciencia y por todos ellos juntos, se hallará obligado a sacar una conclusión de lo que las ciencias no conocen.

Y entonces, todo el mundo enfrentará a un coloso con pies de arcilla, o más bien sin pies, con un nebuloso cuerpo enorme suspendido en el aire.

La filosofía ha visto durante largo tiempo que este coloso no tiene pies, pero la mayor parte de la humanidad culta está aún bajo la hipnosis del positivismo, que ve algo en el lugar de esos pies.

Pronto, sin embargo, esta ilusión habrá de ser abandonada.

La matemática, que se halla en la base del conocimiento positivo, y a la que el conocimiento exacto se refiere siempre con orgullo como su súbdito y vasallo, niega realmente al positivismo en conjunto.

La matemática fue incluida en el ciclo de las ciencias positivistas sólo por error, y pronto el arma principal CONTRA EL POSITIVISMO será precisamente la matemática.

Llamo aquí positivismo o al sistema que afirma, en oposición a KANT, que el estudio de los fenómenos nos puede acercar a las cosas en si, o sea, que afirma que a través del estudio de los fenómenos podemos llegar a entender las causas.
                     
Además, y esto es muy importante como indicación, el positivismo busca las causas de los fenómenos biológicos y psicológicos en los fenómenos físico-mecánicos.

El criterio positivista habitual niega la existencia del lado oculto de la vida, o sea, descubre que este lado oculto consiste en fenómenos electromecánicos y se nos está revelando gradualmente, y que el progreso de la ciencia consiste en una revelación gradual de lo oculto.

"Esto no se conoce todavía", dice un positivista cuando se le muestra algo "oculto", "pero se lo conocerá.

La ciencia, avanzando por los mismos cauces que siguiera hasta ahora, descubrirá eso también.

Después de todo, hace quinientos años la gente de Europa nada sabía de la existencia de América; hace setenta años, nadie sabía de la existencia de bacterias; hace veinte años nada sabía del radium.

Pero América, las bacterias y el radium están ahora todos descubiertos.

Del mismo modo, y por los mismos medios, y sólo por estos medios, se descubrirá todo lo que generalmente ha de descubrirse.

Se perfeccionan los aparatos, se tornan más delicados los métodos, medios y observaciones.

Cosas que hace cien años ni siquiera pudieron sospecharse, se convirtieron ahora en hechos conocidos y entendidos en general.

Si es que algo puede conocerse, eso se conocerá precisamente mediante este método."
                   
Así hablan quienes adhieren al criterio positivista del mundo, pero sus razonamientos se basan en la más profunda ilusión.


Esta afirmación del positivismo sería correcta si la ciencia se moviera uniformemente en todas las direcciones de lo desconocido; si para ella no hubiera puertas selladas: si una multitud de cuestiones, (de cuestiones fundamentales), no permaneciera tan oscura como en los tiempos en que la ciencia no existía.

Vemos que hay regiones muy vastas cerradas para la ciencia, que jamás las penetró y, lo que es peor, no dio un paso en dirección a estas regiones.

Hay muchas cuestiones respecto a cuya comprensión la ciencia no efectuó movimiento alguno: muchas cuestiones entre las que un científico moderno, armado con todo su conocimiento, está tan desvalido como un salvaje o un niño de cuatro años.
                  
Tales cuestiones son: la de la vida y la muerte, los problemas del tiempo y el espacio, el misterio de la consciencia, etc. etc.

Todos sabemos esto, y todos podemos hacer esto: tratar de no pensar en la existencia de estas cuestiones, olvidarnos de ellas.

Y esto es lo que hacemos habitualmente.

Empero, esto no disipa a esas cuestiones.

Continúan existiendo, y en cualquier momento podemos volver a ellas y comprobar por medio de ellas la firmeza y la fortaleza de nuestro método científico.

Y cada vez, ante semejante intento, vemos que nuestro método científico no tiene valor para estas cuestiones.

Por medio de él podemos establecer la composición química de estrellas distantes; fotografiar el esqueleto humano invisible para el ojo, inventar minas flotantes que pueden controlarse a distancia mediante ondas eléctricas y destruir de una vez cientos y miles de vidas.

Pero mediante este método no podemos decir qué piensa un hombre que está sentado junto a nosotros.

No importa cuánto pesemos, fotografiemos o sondeemos a ese hombre: jamás averiguaremos sus pensamientos, hasta que él mismo nos los diga.

PERO ESTE ES UN MÉTODO COMPLETAMENTE DIFERENTE.

La esfera de acción de los métodos de la ciencia exacta es estrictamente limitada.

Esta esfera es: el mundo de la experiencia directa accesible al hombre.

La ciencia exacta con su método jamás penetró y jamás penetrará en el mundo que está más allá de los linderos de la experiencia orgánica corriente.

La expansión del conocimiento objetivo es posible solamente con una expansión de la experiencia directa.

Pero a pesar de todo el desarrollo de las ciencias objetivas, la ciencia no ha dado un solo paso en esta dirección, y la línea fronteriza de la experiencia permanece exactamente en el mismo lugar.

Si la ciencia hubiera dado un solo paso en esta dirección, si pudiéramos sentir o experimentar algo de modo diferente, entonces deberíamos poder admitir que la ciencia está avanzando y daríamos dos, tres, diez o mil pasos hacia adelante.

Pero, puesto que no dio un solo paso, estamos justificados al pensar que jamás lo dará.

El mundo más allá de la experiencia de los cinco sentidos está cerrado a la investigación objetiva, y para esto hay razones muy claras.

Ninguno de los cinco sentidos puede descubrir, de modo alguno, todo lo que existe.

Según lo que se entiende corrientemente, la existencia objetiva es una forma definida de existencia en un sentido muy estrecho, que dista mucho de agotar la totalidad de la existencia.

El error del positivismo consiste en el hecho de que reconoció como realmente existente sólo lo que existe objetivamente (como él lo entiende) y empezó a negar incluso la existencia de todo el resto.

Podemos definirla de este modo: debido a las propiedades de nuestra percepción o debido a las condiciones bajo las cuales nuestra mente trabaja, segregamos una pequeña cantidad de hechos dentro de un grupo definido.

Este grupo de hechos representa al mundo objetivo y es accesible al estudio científico.

Pero este grupo por ningún medio representa TODO LO QUE EXISTE.

La extensión en el espacio y la extensión en el tiempo es la primera condición de LA EXISTENCIA OBJETIVA.

Pero las formas de la extensión de una cosa en el espacio y su existencia en el tiempo son creadas por el sujeto que percibe la cosa, y no pertenecen a la cosa misma.

La materia es, primero que todo, tridimensional.

La tridimensionalidad es la forma de nuestra percepción.

La materia de cuatro dimensiones significaría un cambio en la forma de nuestra percepción.

La materialidad significa las condiciones de la existencia en el tiempo y el espacio, o sea, las condiciones de la existencia bajo las cuales "dos fenómenos idénticos no pueden tener lugar al mismo tiempo y en el mismo lugar".

Esta es una exhaustiva definición de materialidad.

Está claro que, en las condiciones que nosotros conocemos dos fenómenos idénticos que tengan lugar al mismo tiempo y en el mismo lugar constituirían un fenómeno.

Pero esto es obligatorio sólo para las condiciones de la existencia que conocemos, o sea, para tal materia como nosotros la percibimos.

Para el universo, esto no es obligatorio.

Observamos constantemente, en la práctica, condiciones de materialidad en los casos en los que hemos de crear una secuencia de fenómenos en nuestra vida o estamos obligados a efectuar una selección, pues nuestra materia no permite más que una cierta cantidad definida de fenómenos contenidos en un definido intervalo de tiempo.

La necesidad de selección es tal vez el principal signo risible de la materialidad.

Fuera de la materia, la necesidad de selección desaparece, y si podemos Imaginar un ser, capaz de sentir y vivir fuera de las condiciones de la materialidad, tal ser podrá poseer simultáneamente cosas que, desde nuestro punto de vista, son incompatibles, conflictivas y mutuamente excluyentes; podrá estar en diversos lugares a la vez; asumir diferentes aspectos; cumplir al mismo tiempo acciones contradictorias y mutuamente excluyentes.

Al hablar de materia es necesario recordar siempre que la materia no es una sustancia sino meramente una condición.

Por ejemplo, un hombre es ciego.

Es imposible considerar a la ceguera como sustancia.

Es una condición de la existencia de ese hombre dado.

La materia es un género de ceguera.

El conocimiento objetivo puede desarrollarse indefinidamente con la perfección de aparatos y métodos de observación e investigación.

Lo único que no puede traspasar son los límites de la esfera tridimensional, o sea, las condiciones del espacio y del tiempo, porque es creada en esas condiciones, y las condiciones de la existencia del mundo tridimensional constituyen sus propias condiciones de existencia.

Objetivamente, el conocimiento estará siempre sujeto a estas condiciones, porque de otro modo cesaría de existir.

Ningún aparato, ninguna máquina superará estas condiciones, pues si lo logra, por este mismo hecho, primero que todo, se eliminará a sí mismo.

Sólo el perpetuum mobile, o sea, una violación de las leyes fundamentales del mundo tridimensional como lo conocemos, representaría una victoria sobre el mundo tridimensional en el mundo tridimensional mismo.

Sin embargo, es necesario recordar que el conocimiento objetivo no estudia hechos, sino solamente representaciones de hechos.

A fin de que el conocimiento objetivo trascienda los limites de la esfera tridimensional, es necesario que cambien las condiciones de la representación.

Mientras esto no tenga lugar, nuestro conocimiento objetivo se reduce dentro de los límites de una esfera tridimensional infinita.

Puede avanzar ad infinitum por los radios de esa esfera, pero no traspasará el dominio del que nuestro mundo tridimensional representa una sección.

Y por lo que ocurrió sabemos que si nuestra percepción estuviera más limitada aún, el conocimiento objetivo estaría correspondientemente limitado.

Es imposible transmitirle a un perro la idea de que la tierra es redonda; hacerle recordar el peso del sol y las distancias entre los planetas.

Su conocimiento objetivo es mucho más personal que el nuestro.

Y la causa de esto radica en su mente limitada.

Vemos, pues, que el conocimiento objetivo depende de las propiedades de la mente.

Por supuesto, hay una diferencia tremenda entre el conocimiento objetivo de un salvaje y el de Herbert Spencer.

Pero ni uno ni otro superan los límites de la esfera tridimensional, o sea, el dominio de lo "condicional", de lo irreal.

A fin de salir de la esfera tridimensional, es necesario expandir o cambiar las formas de percepción.

El estudio de formas complejas de cognición nos dice que es posible.

PLOTINO, el famoso filósofo alejandrino del siglo III, afirmaba que, para la cognición perfecta, el sujeto y el objeto deben unirse: que el agente racional y la cosa que es percibida no deben separarse.

"Pues aquello que ve es la cosa misma que es vista." (46)

Naturalmente, aquí no debe entenderse "ver" en un sentido literal.

El "ver" cambia con el cambio del estado de consciencia en que ocurre.

La filosofía india distingue cuatro estados de consciencia: sueño, sueños, estado de vigilia y estado de consciencia absoluta:

El estado primero, o espiritual, era el éxtasis; a partir del éxtasis, se olvidaba de sí en el sueño profundo; del sueño profundo despertaba de la inconsciencia, pero aún dentro de sí, en el mundo interno de los sueños; de los sueños ingresaba finalmente en el estado cabalmente vigil, y en el mundo externo de los sentidos.

El éxtasis es un término que PLOTINO usa.

Es completamente idéntico al término TURIYA de la psicología india.

En el denominado estado de vigilia, la consciencia está rodeada por cosas construidas por los órganos de los sentidos y el aparato perceptivo del mundo fenoménico; distingue lo "subjetivo": de lo "objetivo" y diferencia sus imágenes de representación de la "realidad".

Acepta al mundo objetivo fenoménico como realidad, y a los sueños como irrealidad.

Al mismo tiempo, parece considerar como irreal a todo el mundo subjetivo.

Su oscura sensación de las cosas reales que están más allá de lo que los órganos de los sentidos construyen, o sea, las sensaciones de los noúmenos, la consciencia las identifica con sueños, o sea, con lo irreal, lo imaginario, lo abstracto, lo subjetivo, y sólo considera a los fenómenos como reales.

Gradualmente, convencidos en razón de la irrealidad de los fenómenos, o sintiendo interiormente esta irrealidad y la realidad de lo que está más de allá ellos, nos liberamos del espejismo de los fenómenos y empezamos a entender que todo el mundo fenoménico es realmente también subjetivo y que la realidad verdadera se halla mucho más profundamente.

Entonces, tiene lugar, en la consciencia, una revolución completa de todas las ideas acerca de la realidad.

Lo que antes se consideraba real, se torna irreal, y lo que se consideraba irreal se torna real. (48)

La transición en el estado absoluto de la consciencia es "UNIÓN CON LA DIVINIDAD", -VER A DIOS", "SENTIR EL REINO DE LOS CIELOS", "INGRESO EN EL NIRVANA".

Todas estas expresiones de las religiones místicas traducen el hecho psicológico de una expansión de la consciencia, una expansión en la que la consciencia absorbe todo dentro de sí.

Leadbeater escribe:

Sir Edwin Arnold escribió acerca del estado beatifico que "La gota de rocío se desliza dentro del mar brillante".

Quienes atravesaron esas maravillosas experiencias saben que, aunque parezca esto paradójico, la sensación es exactamente al revés, y que una descripción mucho más perfecta sería que ¡de algún modo el océano se derramó dentro de la gota!

Esa consciencia, vasta como el mar, con "su centro en todas partes y su circunferencia en ninguna" es un hecho grande y glorioso: pero cuando un hombre lo alcanza, le parece que su consciencia se amplió para abarcarlo todo.

Esta absorción del océano por una gota ocurre porque la consciencia nunca desaparece, o según la interpretación de la escuela ocultista del Sur de la india, los cuatro estados de consciencia se entienden en un orden algo distinto, el más distante de la verdad, el más ilusorio, es el estado de vigilia (tomado en su sentido corriente); el segundo, el sueño, está ya más próximo a la verdad; el tercero, el sueño profundo sin sueños está en contacto con la verdad; y el cuarto, el Samadhi, o éxtasis, se funde con la verdad.

Los conceptos acerca de lo subjetivo y lo objetivo están obligados a cambiar.

La designación habitual será incorrecta para la comprensión exacta.

Por el contrario, todo lo fenoménico será subjetivo, y lo verdaderamente objetivo será lo que, en condiciones corrientes, se considera subjetivo o carente de toda existencia.

O sea, nunca se esfuma, nunca se extingue.

Cuando la consciencia parece desaparecer, en realidad sólo cambia su forma, cesa de ser análoga a la nuestra: y así perdemos el medio para averiguar su existencia.

No tenemos datos exactos para pensar que se esfuma.

Para eludir el campo de nuestra posible observación le basta tan solo con cambiar un poco.

En el mundo objetivo, una fusión de la gota con el océano conduce naturalmente a la aniquilación de la gota, a su absorción por el océano.

Jamás hemos observado otro orden de cosas en el mundo objetivo, y jamás nos lo representaremos así.

Pero en lo real, o sea, en el mundo subjetivo, debe existir y funcionar necesariamente otro orden, una gota de consciencia que se funda con el océano de la consciencia percibe al océano pero, a través de esto, no cesa de existir.

Por lo tanto, el océano es indudablemente absorbido por la gota.

LA EXPANSIÓN DE LA PERCEPCIÓN

En las "Epístolas a Flaco" de PLOTINO hallamos un notable esbozo psicológico y una teoría del conocimiento, que se basa precisamente en la idea de la expansión de la percepción.

Los objetos externos sólo se nos presentan con apariencias.

Respecto a ellos, por lo tanto, puede decirse que más bien poseemos opinión que conocimiento.

Las distinciones del mundo real de la apariencia son sólo importantes para los hombres corrientes y prácticos.

Nuestra cuestión radica en la realidad ideal que existe detrás de la apariencia.

El objeto percibido seña algo diferente de la mente que lo percibe.

Debemos tener entonces una imagen en vez de la realidad.

Sería monstruoso creer por un momento que la mente fuera incapaz de percibir la verdad ideal exactamente como es, y que no tuviéramos certeza y conocimiento real concerniente al mundo de la inteligencia.

Por lo tanto, se colige que esta región de la verdad no ha de investigarse como una cosa externa a nosotros, y por tanto sólo conocida imperfectamente.

Está dentro de nosotros.

Aquí los objetos que contemplamos y lo que contempla son idénticos: ambos son pensamientos.

El sujeto no puede conocer seguramente un objeto diferente de si.

El mundo de las ideas está dentro de nuestra inteligencia.

Por lo tanto, la verdad no es el acuerdo de nuestra aprehensión de un objeto externo con el objeto mismo.

Es el acuerdo de la mente consigo misma.

La consciencia, por lo tanto, es la única base de certidumbre.

La mente es su propio testigo.

La razón ve en sí lo que está encima de ella como su origen; y asimismo, lo que está debajo de ella como aún ella misma una vez más.

El conocimiento tiene tres grados: opinión, ciencia e iluminación.

El medio o el instrumento del primero son los sentidos; del segundo, la dialéctica; del tercero, la intuición.

Al último subordino la razón.

Es conocimiento absoluto fundado en la identidad de la mente conocedora con el objeto conocido.

Hay una radiación de todos los órdenes de la existencia, una emanación externa del Inefable.

Asimismo, hay un impulso de retorno, que atrae todo hacia arriba y hacia adentro, rumbo al centro de donde todo provino...

El hombre sabio reconoce la idea del bien dentro de él.

Esto lo desarrolla retirándose dentro del lugar sagrado de su propia alma.

El no entiende cómo el alma contiene lo bello dentro de sí, procura comprender la belleza mediante laboriosa producción.

Su objeto debe ser más bien concentrar y simplificar, y así expandir su ser; en vez de salir hacia la multiplicidad.

Para abandonarlo por el Uno, y así flotar hacia arriba rumbo a la fuente Divina cuya corriente fluye dentro de él.

Preguntas: ¿Cómo podremos conocer al Infinito? Te respondo: No mediante la razón.
                    
El oficio de la razón es distinguir y definir.

Por lo tanto, lo infinito no puede clasificarse entre sus objetos.

Sólo puedes aprehender al infinito mediante una facultad superior a la razón, entrando en un estado en el que tú no eres más tu yo finito: en el que la esencia Divina es comunicada a ti.

Esto es el éxtasis.

Es la liberación de tu mente respecto de su consciencia finita.

Lo semejante sólo puede aprehender lo semejante; cuando cesas, pues, de ser finito, te unes con el Infinito.

En la reducción de tu alma a su yo más simple, a su esencia divina, realizas esta unión: esta identidad.

Pero este estado sublime no es de duración permanente.

Sólo cada tanto podemos disfrutar esta elevación sobre los límites del cuerpo y del mundo.

Yo mismo realicé esto sólo tres veces, y Porfirio ni una sola hasta ahora.

Todo lo que tienda a purificar y elevar a la mente te ayudará en este logro, y facilitará el acercamiento y la recurrencia de estos intervalos felices.

Hay, pues, diferentes caminos por los que puede alcanzarse este fin.

El amor por la belleza que exalta al poeta; la devoción hacía el Uno y el ascenso de la ciencia que constituye la ambición del filósofo, y el amor y las plegarias por las que algún alma devota y ardiente tiende en su pureza moral hacia la perfección.

Estos son los grandes caminos que conducen hacia la altura por encima de lo real y lo particular, donde estamos en la inmediata presencia del infinito, que brilla como desde las honduras del alma. (49)

En otra parte de sus escritos, PLOTINO da una definición aún más exacta del conocimiento extático, señalando propiedades de éste que nos muestran muy claramente que está implícita una expansión infinita del conocimiento subjetivo.

En la visión de Dios [dice PLOTINO] lo que ve no es nuestra razón sino algo anterior y superior a nuestra razón...

Quien de esta manera ve no ve propiamente, no distingue o imagina dos cosas (el que ve y lo visto).

Cambia, cesa de ser él mismo, nada preserva para sí.

Absorto en Dios, se hace uno con él, ¡como un centro de un círculo que coincide con otro centro!

ouspensky





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