sábado, 24 de enero de 2015

CAMBIO DE MENTE


CAMBIO DE MENTE
Por: Maurice Nicoll

Muchas cosas se han dicho sobre el cambio de mente —sobre μετάνοια (METANOIA) en los Evangelios (tan equivocadamente traducido por arrepentimiento) que sólo significa cambio de mente— y mucho se ha dicho acerca de que el Tra­bajo puede suscitar en nosotros una nueva manera de pensar.

A aquellos que no comprenden que el Trabajo puede suscitar en ellos una nueva manera de pensar, les aconsejo que reflexionen sobre lo que el Trabajo dice.

¿Entien­den lo que quiero decir?

¿Lo que dice el Trabajo?

Les aconsejaría que PENSARAN SOBRE SÍ MISMOS y sobre lo que el Trabajo dice sobre nosotros mis­mos, y sobre la enseñanza que el Trabajo imparte acerca de las cosas contra las cuales debemos luchar y cuál es el objeto de esta lucha.

Por mucho tiempo el Trabajo permanece como algo externo, en el pizarrón de la me­moria.

Pero al cabo de un tiempo una persona suele darse cuenta de que es muy cierto que está DORMIDA y tiene emociones negativas, etc.

O se da cuenta de otra cosa, de alguna otra IDEA que el Trabajo enseña.

El Trabajo nos pide que PENSEMOS DESDE ÉL MISMO, que tengamos una mente de Trabajo, una mente formada por las ideas del Trabajo, para ver las cosas desde lo que enseña el Trabajo sobre NOSOTROS MISMOS, LOS OTROS Y LA VIDA.

Cuando el Trabajo se vuelve emocional y deja de estar en el pizarrón, se encuentra uno confrontado con él.

Se presentan preguntas como ésta:

"¿He hablado equivocadamente?

¿He perdido mi día en la consideración interna?

¿Me he recordado a mí mismo?

¿Estoy identificado?

¿He hecho hoy algún es­fuerzo de Trabajo?

¿Me he observado a mí mismo?

¿He salvado mis deu­das?

¿He recordado mi propósito?"

Todas estas preguntas y muchas otras se levantan enfrente de uno —entre uno y la vida externa—.

Se empieza a comprender entonces lo que significa pensar de una manera nueva, tener otra mente.

Tener otra mente significa que las ideas del Trabajo empiezan a levantarse entre usted y la vida.

Recuerde que pensamos desde nuestras ideas.

Significa que empezamos a percibir otra disciplina de ideas, que se empiezan a sentir las influencias provenientes, del Trabajo y no de la vida.

Todo esto comienza a mostrarnos cómo se puede tener una mente de vida y una mente de Trabajo y que son dos cosas distintas.

Las dos son necesarias, pero son dos clases diferentes de mente.

Durante mucho tiempo tenemos que tomar algunas cosas de una manera y otras de otra manera.

Si se piensa desde el Trabajo acerca de alguna situación se verá que se piensa de una manera por completo diferente de la que se pensaría si se lo hiciera desde la vida.

Aquí, en este punto, empieza el Trabajo.

COMENTARIO SOBRE LA MENTE

Se hizo recientemente una pregunta acerca de la importancia que se da a algo, y de la diferencia que existe entre no dar importancia y ser indife­rente. Repetiré la pregunta:

"Si no se da importancia a las cosas, éstas no nos hieren. Al cabo de un tiempo, quizás, aprendamos esta importante lección correctamente. Pero la mayoría de la gente cree que no dar importancia equivale a ser indiferente. Hace mucho tiempo Ouspensky, en una reunión, dijo que ser indiferente era uno de los peores estados de sueño en que se podía estar. ¿Qué diferencia existe entre 'no dar importancia' y 'estar indiferente'?"
             
Nos han dicho que una de las peores cosas es ser indiferente y el quid de la cuestión es establecer la distinción entre 'no dar importancia' y 'ser indiferente'.

Ahora bien, damos importancia a las cosas según nuestra mente.

El objeto del Trabajo es el de cambiar nuestra mente.

¿Qué es nuestra mente?

Imaginamos quizá que nuestra mente es infinitamente flexible.

Sin embargo, nuestra mente tal como es, es una cosa prefabricada, adquirida.

Por ejemplo, por medio de la educación nos dicen que debemos pensar o imitar esto o aquello, y todo esto forma nuestra mente, la mente con la cual andamos por la vida.

En este sentido, la mayoría tiene una mente rígida.

Nuestra mente adquirida es parte de nuestra Personalidad, es decir, del lado adqui­rido de nuestra psicología.

Ahora bien, debemos comprender que este Trabajo comienza con el cambio de la mente y esto significa cambiar nuestra manera de pensar sobre todas las cosas.

Tal vez les hayan enseñado que deben preocuparse por algo, y esto forma parte de su mente adquirida, y por lo tanto cuando sucede esto o aquello le darán importancia, porque esto es su forma de mente.

Sentirán que deben darle importancia porque su mente fue for­mada por lo que les han enseñado en cuanto a esto o aquello.

Así cuando una impresión cualquiera proveniente de la vida exterior les golpea la mente, le darán importancia.

Pensarán en ello con arreglo a la mente que fue establecida en ustedes, y de este modo no verán otra manera de encarar el incidente que les ha sucedido, esto es, otra manera de darle importancia.

De hecho, nunca se les ocurrirá que no se necesita dar importancia a una cosa de la manera en que lo hacen.

Digamos, por ejemplo, que les han dicho que cierta persona es muy mala; entonces siempre se cuidarán de esa persona porque su mente adquirida ha establecido en ella esa manera de darle im­portancia, esa manera de tomar a la gente y de pensar sobre ella.

Ahora bien, uno de los grandes objetos del Trabajo es hacer que pen­semos de una nueva manera sobre todas las cosas, incluso sobre nosotros mismos.

El Sr. Ouspensky acostumbraba a decirnos continuamente que en cierto momento el objeto del Trabajo es hacernos pensar de una nueva manera.

Esto quiere decir, tener una mente diferente.

Ahora bien, para pensar de una nueva manera es preciso tener una nueva mente y esto significa que si pensamos de una nueva manera no daremos importancia a las mismas cosas que antes.

El cambio de mente constituye la base de toda la enseñanza esotérica que pertenece al período posterior a Cristo.

Hablando con mayor profundidad, ello se debe a que el Hombre está tan encerrado, tan próximo a la muerte, tan dormido, que la única cosa dejada abierta al esoterismo para que pueda ponerse en contacto con él es el camino que conduce a la mente.

Por esta razón Cristo enseñó la μετάνοια (metanoia) o cambio de mente, como punto de partida de su enseñanza esotérica, y cabe decir en general que hoy nadie tiene posibilidad alguna de despertar o de transformarse interiormente o de sentir nuevas influencias, si no es por la senda de la mente.

La mente debe cambiar, es decir, la manera de dar importancia a las cosas debe cambiar.

Por consiguiente conviene observar DE QUÉ MODO SE DA IMPORTANCIA A LAS COSAS porque la importancia que se da o deja de dar a las cosas depende de la forma en que la mente las toma, ya sea por lo que nos han enseñado, por los prejuicios y las actitudes admitidas, etc.

No obstante tomamos todo lo que ha sido fijado en la mente como algo muy real, muy verídico y, de hecho, como única mente posible.

Pero mientras lo sigamos haciendo, nuestra mente no cambia ni puede cambiar.

Cada persona tiene ciertos puntos de vista, ciertos prejuicios mentales, ciertas ideas inculcadas acerca de lo que es justo y de lo que es injusto, y mientras todas esas ideas permanezcan sin ser puestas en tela de juicio por la persona misma mediante una atenta observación de sí —mientras no sean observadas— dicha persona seguirá dando importancia a las cosas siempre de la misma manera y no se dará cuenta de que las ideas del Trabajo intentan cambiar su mente petrificada y hacer que el hombre piense de una manera por completo nueva.

Porque si la mente está petrificada, nadie puede pensar de una manera nueva.

Pensamos según la forma de nuestra mente.

Supongamos ahora que usted tiene una mente fija y limitada; luego, observará las cosas de un modo fijo y limitado.

Por ejemplo, encontrará justo preocuparse por esto o enojarse por aquello, o sentirse deprimido por otra cosa, y así sucesivamente.

Dará importancia a todas esas cosas.

¿Por qué les da importancia?

Les da importancia porque su mente trabaja de este modo.

Les da importancia porque le han enseñado esas cosas, esa manera de dar importancia a las cosas.

Ahora bien, la mente es una cosa infinita, y esa cosa a la que llamamos mente y que Vd. ha adquirido, no es en absoluto la mente total.

Se asemeja más bien a un montoncito de piedras en una extensa llanura.

Es algo muy pequeño y arbitrario, una cosa adquirida sin haberlo pensado por sí mismo.

Una de las piedras puede ser suya, pero el resto fue adquirido.

Nos han enseñado a hacer un montoncito de piedras y a consi­derarlo como si fuera toda la mente con todas sus infinitas posibilidades de comprensión y discernimiento.

Cuando la mente es herida por algo que no podemos tomar en consideración, decimos:

"¡Basta!" o nos enfurecemos por­que sólo dejamos penetrar a través de una pequeña hendidura ciertas cosas que corresponden al montoncito de piedras que llamamos nuestra mente.

De modo que andamos por la vida, por así decirlo, con un minúsculo instrumento que fue creado en una forma más o menos CASUAL y recibimos toda la vida con ese minúsculo e inadecuado instrumento, ese montoncito de piedras.

Ahora bien, ¿de qué modo damos importancia a las cosas?

¿Ha notado de qué modo da importancia a las cosas?

¿Está satisfecho con su manera de dar importancia a las cosas o podría hacerlo diferentemente?

Si lo ha ad­vertido, entonces se está acercando al punto en que le será posible cambiar su mente actual y tener una nueva mente.

Para cambiar la mente son nece­sarios nuevos pensamientos.

Qué difícil es cambiar nuestra mente.

Una de las razones es que nunca observamos nuestra mente ni cómo damos impor­tancia a las cosas ni por qué les damos importancia de la manera en que lo hacemos.

Damos por supuesto nuestro intelecto y de este modo nuestra manera de dar importancia a las cosas.

Creemos que nuestras preocupaciones no tienen nada que ver con nuestro intelecto y la manera en que se formó.

Somos capaces de advertir que damos importancia a las cosas, pero no lo conectamos con la clase de mente que tenemos.

De hecho, no sabemos que tenemos una mente con una forma particular.

No atacamos nuestra mente, no sospechamos de nuestra mente.

Todos nuestros hábitos mentales no son para nosotros hábitos, sino verdades.

Para nosotros son justos.

No puede haber otro punto de vista.

Somos incapaces de contemplarlos como hábitos.

Esto es lo trágico.

Por eso no podemos ver que muchas cosas a las que damos tanta importancia son debidas a invisibles hábitos mentales.

"Claro está que hemos de preocuparnos, claro está que hemos de pensar que tal cosa es imposible".

Claro está que diremos que nunca hemos oído hablar de tal cosa.

Diremos "¡Basta!", "¿Yo? ¡Jamás!", etc.

¿Y por qué?

Porque tomamos nuestros hábitos mentales como verdades, como normas fundamen­tales, sin siquiera darnos cuenta de que son hábitos mentales que hemos ad­quirido insensiblemente durante un largo periodo, de hecho, durante el pro­longado y oscuro periodo que inevitablemente transcurrió —la Edad Media— antes de que empezáramos a pensar por nosotros mismos sobre nosotros mismos, acerca de la vida, y de por qué hacemos y decimos las cosas que hacemos y decimos, y acerca de lo que somos.

Es en verdad muy difícil darse cuenta de la propia mecanicidad en los 3 centros.

Podemos notar nuestra mecanicidad en el Centro Motor, pero se necesita mucho tiempo para que la mayoría de las personas se dé cuenta de su mecanicidad en el Centro Emocional y en el Centro Intelectual, esto es, sus hábitos emocionales e intelectuales.

Ahora bien, el Trabajo toma como punto de partida la mente o Centro Intelectual y por esta razón su modo de aproximación es llamado psicológico.

No comienza desde el punto de vista del Faquir, torturando al cuerpo, ni desde el punto de vista del Monje, rom­piendo las emociones.

Empieza con el entendimiento tal como lo hacen los Evangelios.

Comienza con el cambio de la mente, con ver las cosas de un modo diferente, con una nueva enseñanza, con nuevas ideas.

A no ser que esto tenga lugar, a no ser que empecemos a vernos, mentalmente, a nosotros mismos y a la vida de un modo nuevo, no podemos esperar trabajar sobre los otros centros excepto de un modo puramente falto de inteligencia.

Puedo pasarme todo el día de cuclillas; puedo rechazar el alimento; puedo some­terme a los mayores tormentos físicos como lo hace el Faquir, pero el resul­tado no tendrá utilidad alguna porque no estará vinculado con mi COMPRENSIÓN, por tanto no me llevará a ningún desarrollo interior.

Pero si empiezo por mi intelecto y observo de qué manera doy importancia a las cosas, y me pregunto por qué doy importancia a las cosas de esta manera, y pienso en el Trabajo, empezaré a tener la percepción interior de la cosa que siempre presupuse que era indiscutiblemente yo mismo y que siempre tenía razón, la cosa a la que llamo mi intelecto.

Empezaré a ver que mi mente, tal como es, el montoncito de piedras, es una cosa ridícula, limitada y que es imposible decir de ella que siempre tiene razón.

De hecho, empezaré a ver que mi mente muchas veces se equivoca y que todas mis ideas también están equivocadas y que, en cierto sentido, tengo que liberarme de esta forma de mente, de esta limitada manera de pensar sobre todas las cosas de darles la importancia que les doy.

¿Se imagina que en el momento en que da tanta importancia a las cosas aparezca una persona y le diga:

¿No ve que usted da demasiada importancia a las cosas porque hay ALGO QUE NO ANDA EN SU ENTENDIMIENTO y usted entiende mal y tendría que cambiar su entendimiento y pensar de una manera completamente nueva acerca de esa cosa a la que estúpidamente da tanta importancia?

No cabe duda que usted se molestará.

Ahora bien, trate de examinar más profundamente la cuestión y ver por qué da tanta impor­tancia a las cosas, y comprenderá que se debe a que hay algo en su intelecto que le hace pensar de ese modo, algo en sus pensamientos, que sólo proviene de su intelecto, tal como es, porque mientras su intelecto esté formado de ese modo, siempre producirá la misma clase de pensamientos.

Quiero decir, INTENTE VER de qué manera da importancia a las cosas, en virtud del "montoncito de piedras" al que toma como el único intelecto que puede tener.

Recuerdo que una vez Gurdjeff nos hizo gritar desaforadamente:

"YO PUEDO TRABAJAR".

Ahora bien, cuando se da demasiada importancia a una cosa, basta gritarse a sí mismo:

"Yo puedo trabajar", y examinar qué significa el Trabajo en tal momento.

Esto es, convoque la mente de Trabajo.

Todo ello significa que es preciso OBSERVAR más profundamente cuáles son los PREJUICIOS e ideas que nos enseñaron en el pasado que ahora nos hacen prestar importancia a las cosas tal como lo hacemos.

Maurice Nicoll


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