CONTACTO CON
LOS CENTROS SUPERIORES
Por: Maurice
Nicoll
Contemplar el trabajo
como una preparación de los centros inferiores para la recepción de los centros
superiores, es una exposición definida, pero una cuyo significado hemos de
ponderar toda la vida.
Se ve en
seguida que tal formulación del trabajo señala la existencia de un nivel más
alto de comprensión que nos es accesible pero del cual hemos caído o, si se
prefiere, con el cual no nos hemos puesto todavía en contacto en nuestra
evolución personal.
Admitirán que
si la evolución es posible ha de haber algo hacia lo cual evolucionar, y,
considerando al hombre capaz de evolución personal, esta idea está difundida en
todo el trabajo —la idea que el hombre es inferior a lo que podría ser debido a
sus potencialidades—.
Al comienzo
experimentamos la vida a través de los sentidos externos y nos esforzamos por
lograr una posición y estabilidad en la vida —pero la vida no nos satisface
debido a esa curiosa y extraña composición que nos pertenece—.
Desde luego me
refiero ahora a quienes poseen un centro magnético, a quienes siempre
encontraron algo extraño en la vida tomada por si misma.
El desarrollo
de ese lado no desarrollado de nosotros mismos representado por la posibilidad
de contacto con los centros superiores no se logra por una mayor expansión en
la vida y sus oportunidades.
Se necesita
otra cosa y esa otra cosa es muy diferente en cuanto a su calidad y dirección
de todo lo que pertenece a la realización de las ambiciones de vida.
Por más que me
esfuerce por alcanzar una posición más alta en la vida, no añadiré un codo a mi
estatura — esto es, no me pondré en un contacto más estrecho con los continuos
mensajes que proceden de los centros superiores—.
Cabe decir
quizá que los centros superiores tratan continuamente de cambiarnos, pero no
podemos oírlos.
Si, pero
¿cambiarnos en qué?
¿Qué es lo que
buscan?
¿Cuál es su
mensaje?
Para captar una
parte reducida de lo que es su mensaje debemos considerar lo que enseña el trabajo,
porque las enseñanzas del trabajo fueron designadas por mentes conscientes para
indicarnos lo que habríamos de conocer, ver y comprender al punto si
estuviéramos en contacto con los centros superiores.
Y son muy pocos
los que asimilan las enseñanzas del trabajo tanto en su mente como en su
corazón, sino que las dejan en la memoria donde son inútiles, y de resultas de
las enseñanzas del trabajo no cambian su manera de pensar —esto es, no producen
metanoia o cambio de mente—.
Con nuestras
acostumbradas ideas de vida ganadas a través del contacto con los sentidos, no
podemos sufrir la transformación o nuevo nacimiento que señala el trabajo.
Son necesarias
nuevas maneras de pensar y el trabajo nos las otorga, pero lo desdichado es que
no pensamos con ellas.
Sólo las
anotamos en nuestra libreta de notas.
Necesitamos
formas completamente nuevas de Verdad para alcanzar los centros superiores,
necesitamos un nuevo lenguaje, necesitamos nuevas maneras de pensar que nada
tengan que ver con el mundo tal como se lo ve.
La verdad que
desciende continuamente de los centros superiores no puede alcanzarnos debido a
la falsedad y fingimiento que sólo una intuición interior que resulta de la
auto observación puede penetrar.
Pero entran
aquí otros factores poderosos tal como la pura ignorancia y las ideas
totalmente equivocadas acerca de nosotros mismos y de nuestro significado en la
tierra.
Para estas
últimas, las ideas y enseñanzas del trabajo se convierten en remedio, pero sólo
si hallamos un suelo donde puedan crecer y así cambiar la mente, esto es, toda
la manera de pensar.
Esto, como es
sabido, es metanoia, que
significa cambio de mente, y se lo traduce
equivocadamente en el Nuevo Testamento por arrepentimiento.
Si las ideas
del trabajo sólo están en la memoria, son inútiles, o más bien, el hombre es
inútil.
El trabajo no
puede ayudarlo aunque lo conozca de cabo a rabo de un modo intelectual ni
tampoco nadie puede ayudarlo.
Una de las
octavas de trabajo, tal como fue enunciada por el Sr. Ouspensky, es la siguiente:
Mi —
comprensión de las propias dificultades.
Re — aplicación
de las ideas del trabajo a uno mismo.
Do — prestar
atención a las ideas del trabajo, valorarlas.
Si se deja a un
lado Re —es decir, la
aplicación de las ideas del trabajo a uno mismo— se pierde todo lo esencial de
la enseñanza.
El trabajo no
pasará a nuestra voluntad y así no podrá cambiar nuestro ser.
Se seguirá
pensando que se puede hacer, que se es una sola persona, que se tiene voluntad,
que se es conciente, y así sucesivamente.
En otras
palabras, se seguirá siendo mecánico y teniendo la misma psicología mecánica,
si cabe usar una frase tan paradójica, como siempre se tuvo.
Nada que
pertenezca a los centros superiores podrá pasar.
Se seguirá
moviendo, viviendo y teniendo al propio ser en la hediondez de nuestra vida
mecánica.
Una persona no
tomará posesión de si misma mediante lo que la conecta con el trabajo y no emprenderá
espiritualmente la importante tarea de liberarse de si misma —de ella— de la
persona llamada Sr. X o Sr. Y.
Y aún si se
trabaja por breve tiempo, digamos, unos pocos minutos, y se logra un punto de
vista fuera de uno mismo, y se descubren las propias entonaciones, los hábitos,
y así sucesivamente, se regresará en un instante a las antiguas entonaciones y
se olvidará por completo que se deseó liberarse de ellas en ese momento de
introspección.
Pero si se
alimenta constantemente los centros inferiores con las ideas del trabajo, si se
reflexiona, se lee, se medita, se practica constantemente, poco a poco el peso
del trabajo en uno mismo equilibrará el de la Luna —esto es, el de nuestra
mecanicidad— y el cambio será posible.
Pero sólo
llegará a ser posible a través de la propia elección interior, viendo que se
prefiere no ser ese esclavo del “uno mismo” que es nuestro mayor enemigo y la
causa de todos nuestros sinsabores, porque tan sólo en esta libertad es posible
cambiar y si se cambia en esta dirección no se tardará en oír las voces de los centros
superiores.
Ahora bien,
mucho es lo que se dijo acerca de lo que significa trabajar sobre los centros
inferiores.
Hemos de
trabajar en especial sobre el centro emocional, porque en su presente estado
mecánico impide el contacto con los centros superiores.
No es otra cosa
que una masa de auto-emociones que nos llevan a las emociones negativas.
Ver las
emociones negativas a esa luz suele fortalecernos para nuestra lucha con ellas.
Es muy sencillo
—es así—: este trabajo tiene una meta definida; la conexión de los centros
inferiores con los centros superiores.
Si el centro
intelectual permanece bajo el hechizo del mundo sensorial y no tiene nuevas
ideas y así nuevas maneras de pensar, y si el centro emocional se queda bajo el
poder de las auto-emociones, del amor propio de la auto-conmiseración, no habrá
posibilidad alguna de alcanzar el fin al que se refiere el trabajo.
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