miércoles, 21 de enero de 2015

LA COMPRENSION DE UN CENICERO

LA COMPRENSION DE UN CENICERO
Por: Ouspensky

Recuerdo una vez en que estaba yo sentado en un sofá fumando y mirando un cenicero.

Este era un cenicero de cobre cualquiera.

De repente sentí que empezaba yo a comprender lo que era el cenicero, y al mismo tiempo, con cierto azoro y casi con temor, sentí que nunca antes lo había comprendido y que nosotros no comprendemos las cosas más simples que están alrededor de nosotros.

El cenicero provocó un torbellino de pensamientos e imágenes.

Contenía un número infinito de hechos, de sucesos; estaba conectado con un número inmenso de cosas.

En primer lugar, con todo lo que se refería al hecho de fumar y al tabaco.

Esto inmediatamente provocó la aparición de miles de imágenes, momentos, recuerdos.

Luego el mismo cenicero.

¿Cómo habían surgido?

¿Cómo había llegado a ser?

¿Cuáles eran los materiales de que podría haberse fabricado?

Cobre, en este caso, ¿qué era el cobre?

¿Cómo lo habían descubierto los hombres la primera vez?

¿Cómo había aprendido a usarlo?

¿Cómo era y dónde se encontraba el cobre de que estaba hecho este cenicero?

¿Por qué clase de tratamiento había pasado, cómo había sido transportado de un lugar a otro, cuántas personas habían trabajado con el o en conexión con el?

¿Cómo había sido transformado el cobre en un cenicero?

Estas y otras preguntas sobre la historia del cenicero hasta el día en que lo observaba aparecieron sobre mi mesa.

Recuerdo haber escrito algunas palabras en un pedazo de papel para poder retener algo de estos pensamientos al día siguiente.

Y al otro día leí:

“Un hombre puede volverse loco debido a un cenicero”.

El significado de todo lo que sentí era que en un cenicero era posible conocer todo.

Por hilos invisibles el cenicero estaba unido con todas las cosas del mundo, y no sólo con el presente, sino con todo el pasado y con todo el futuro.

Conocer un cenicero significaba cono­cer todo.

Mi descripción no expresa en lo más mínimo la sensación tal como fue, porque la primera y la principal impresión fue que el cenicero era un ser vivo, que pensaba, que comprendía y que me decía todo lo que se relacionaba con él.

Todo lo que yo supe lo supe por el mismo cenicero.

La segunda impresión fue el extraordinario carácter emocional de todo lo que se refería a lo que estaba en conexión con lo que yo había aprendido acerca del cenicero.

 “Todo está vivo”, me dije a mi mismo en medio de mis observaciones; “nada hay que esté muerto, somos sólo nosotros los que estamos “muer­tos”.

Si surgimos a la vida un momento, veremos que todo vive, que todas las cosas viven, piensan, sienten y pueden hablarnos”.

El caso del cenicero me recuerda otro ejemplo en el que la respuesta a mi pregunta apareció en la forma de una imagen visual, muy carac­terística en su estructura.

En una ocasión en que me encontraba en el estado al que me con­ducían mis experimentos, me pregunté a mi mismo:

“¿Qué es el mundo?”

Inmediatamente vi la imagen de una gran flor, como una rosa o un loto, cuyos pétalos se abrían constantemente, crecían, aumentaban de tamaño, llegando al exterior de la flor y luego en alguna forma regre­sando nuevamente al centro y empezando otra vez desde el principio.

Las palabras de ningún modo expresan esto.

En esta flor había una increíble cantidad de luz, movimiento, color, música, emoción, agitación, conoci­miento, inteligencia, matemáticas, y un incesante crecimiento.

Y mien­tras miraba la flor alguien parecía explicarme que esto era el “Mundo” o “Brahma” en su aspecto más claro y en la aproximación más cercana posible a lo que es en realidad.

“Si la aproximación se hiciera todavía más cercana, sería Brahma mismo, como él es”, dijo la voz.

Estas últimas palabras parecían comprender una especie de adverten­cia, como si Brahma en su aspecto real fuera peligroso y pudiera tra­garme y aniquilarme.

Esto era también el “infinito”.

Este incidente y el símbolo de Brahma o “el mundo”, que permane­ció en mi memoria, me interesó considerablemente porque me explicó el origen de otros símbolos y de otras imágenes alegóricas.

Creí después que había yo comprendido el principio de la formación de los distintos atributos de los Dioses y el significado de muchos mitos.

Más aún, este incidente me lleva a otro aspecto muy importante de mis experimentos, a saber, al método por el que las ideas me eran comu­nicadas en estos extraños estados después del segundo umbral.

Ouspensky





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