CÓMO PODEMOS LLEGAR A
LA COMPRENSIÓN
Por: Ouspensky
CAMBIAR NUESTRA FORMA
DE PERCEPCIÓN Y REPRESENTACIÓN………
Es necesario que
nuestra vida mental trascienda los límites del mundo tridimensional, o sea, se
necesita un cambio de nuestra forma de percepción y REPRESENTACIÓN.
TRAZAR ALEGORÍAS………
Lo segundo puede
resultar de una expansión gradual de la facultad de trazar alegorías.
EMPEZAMOS GRADUALMENTE
A ADVERTIR ANALOGÍAS ENTRE LAS COSAS………
Al tratar de pensar
fuera de las categorías habituales, al tratar de mirar a las cosas y mirarnos
desde un nuevo ángulo, y simultáneamente desde muchos ángulos, al tratar de
liberar nuestro pensamiento de las particiones consuetudinarias del tiempo y
del espacio, empezamos gradualmente a advertir analogías entre las cosas, donde
anteriormente no hemos visto nada.
Nuestra mente crece,
y con ella crece la capacidad de trazar analogías.
Con cada nuevo grado
que se alcanza, esta capacidad ensancha y enriquece nuestra mente.
A cada momento
avanzamos más rápidamente, cada nuevo paso se vuelve más fácil.
Nuestra vida mental
se vuelve diferente.
UNA VIDA MENTAL………
Y entonces,
aplicándonos nuestra ampliada capacidad de trazar analogías y mirar en
derredor, advertimos de pronto, en torno de nosotros, una vida mental cuya
existencia jamás sospechamos antes.
Y entendemos por qué
no pudimos ver esto antes.
Está en otro plano,
no en el plano en el que había existido anteriormente nuestra vida mental.
Precisamente de este
modo, esta capacidad de trazar nuevas
analogías es el comienzo de los cambios que nos conducen hacia otro
plano del ser.
EL MUNDO DE LOS
NOÚMENOS………
La mente del hombre
empieza a penetrar en el mundo de los
noúmenos que es afín a ella.
LA VISIÓN QUE EL
HOMBRE TIENE ACERCA DEL MUNDO FENOMÉNICO………
Junto con esto, la
visión que el hombre tiene acerca del mundo
fenoménico experimenta un cambio.
Los fenómenos pueden
adquirir a sus ojos, de repente, un agrupamiento enteramente nuevo.
Como ya se dijo,
puede demostrarse que cosas similares son
diferentes, que cosas
diferentes son similares, que cosas totalmente separadas, inconexas, pueden
resultar que son partes de una gran totalidad de alguna categoría enteramente nueva, mientras que las cosas que
parecen indisolublemente conexas y formando una totalidad pueden, en realidad,
resultar ser manifestaciones de mentes diferentes, que nada tienen en común,
ignorando incluso la existencia de una con otra.
De hecho, puede
resultar tal cualquier totalidad de nuestro mundo: un
hombre, un animal, un planeta, o sea, consistente en diferentes mentes,
representando, por decirlo así, un campo de batalla de seres diferentes.
En cada totalidad de nuestro mundo vemos
muchas tendencias, inclinaciones, empeños, esfuerzos, contrarios.
Cada totalidad es,
por decirlo así, un campo de batalla de una gran cantidad de fuerzas contrarias, cada una de
las cuales actúa por sí, se
empeña en alcanzar sus propios fines, habitualmente para
destruir a esa totalidad
Pero la interacción
de estas fuerzas constituye la vida de
la totalidad.
Y en todo hay siempre
algo activo que limita la
actividad de tendencias separadas.
Este algo es la vida mental de la
totalidad.
Nos es imposible
establecer la existencia de esta vida por medio de la analogía con nosotros
mismos o por medio de la comunicación con ella.
Pero ante nosotros se
abre un nuevo camino.
Vemos una función
separada y enteramente nueva (la preservación de la totalidad).
Detrás de esta
función, presuponemos la existencia de algo
separado.
Este algo separado, que posee una función
definida, es imposible sin una vida mental separada.
Si la Totalidad posee vida mental, entonces
las separadas tendencias de fuerzas deberán también poseer una vida que les
pertenezca.
Un cuerpo humano o un
organismo es el punto de intersección de las líneas de estas vidas, un lugar de
encuentro, tal vez un campo de
batalla.
Nuestro
"yo": este es el campo de
batalla en el que, a cada momento, los “yoes”, una u otra emoción, uno u
otro hábito o tendencia se impone, subyugando
a los otros durante ese momento e identificándose con el "yo".
Pero el
"yo" es también un ser, que posee su propia vida; sólo que es muy
poco consciente en qué consiste y se conecta constantemente ora con una parte
de si, ora con otra.
El “yo” es muy poco
consciente de en qué consiste
Lo tenemos, porque
sabemos que no hay nada puramente
mecánico, y que cada algo que posea una función separada deberá estar
animado y podrá llamarse un ser.
Todos los seres, cuya
existencia podemos presuponer en el mundo de muchas dimensiones, tal vez no se conozcan entre sí, o sea, tal vez no
sepan que nos conectamos juntos en varias
totalidades en nuestro mundo fenoménico, tal como en general tal vez no
tengan conocimiento de nuestro
mundo fenoménico y sus relaciones.
Pero ellos deben
conocerse, aunque no podamos determinar el grado de claridad de su consciencia.
Tal vez ese grado sea
más claro que el nuestro, o tal vez sea más nebuloso, o a semejanza de un
sueño.
Entre estos seres tal
vez prosiga un intercambio de
pensamientos continuo, aunque advertido imperfectamente, similar al
metabolismo de un cuerpo vivo.
Tal vez experimenten
ciertos sentimientos en común, tal vez surjan en todos ellos ciertos
pensamientos, por decirlo así, simultáneamente, bajo el estímulo de causas
comunes.
Según los
lineamientos de esta comunión interior deben dividirse en diferentes totalidades de algunas categorías
enteramente incomprensibles para nosotros o sólo sospechadas parcialmente.
La esencia de cada
uno de tales seres separados debe consistir en conocerse y conocer sus
funciones y relaciones más íntimas: debe sentir las cosas que son análogas a él
y debe poder hablar acerca de si y de ellas.
En otras palabras,
esta consciencia debe consistir en tener siempre ante ella un cuadro de si y sus relaciones más
intimas.
Está reviendo
eternamente este cuadro, por decirlo así, y lo transmite de inmediato a otro
ser al entrar en comunicación con él.
En las condiciones existentes de nuestra percepción, no
podemos decir si estos seres pertenecientes a partes del mundo distintas del
nuestro existen o no.
Sólo una mente
transformada puede sentirlas.
Nuestra percepción y
nuestro pensamiento ordinarios están demasiado absortos en las sensaciones del
mundo fenoménico y en si mismos y,
por lo tanto, no reflejan impresiones que provengan de otros seres, o las
reflejan tan débilmente que no se fijan en él de forma perceptible.
Y no advertimos que
estamos en comunicación constante con el noúmeno
de todo lo que nos rodea, lejos y cerca, con seres similares a nosotros
y totalmente diferentes de nosotros, con las vidas de todo en el mundo y con la
vida de todo el mundo.
Sin embargo, si las
impresiones que provienen de otros seres son tan fuertes que nuestra mente las
siente, de inmediato las proyecta en el mundo fenoménico y puede llegar a
buscar una causa para ellas en el mundo fenoménico, exactamente como un ser
bidimensional que vive en un plano busca en su propio plano las causas de las impresiones que provienen del
mundo superior.
Nuestra mente está
limitada por su percepción neumónica, o sea, está circundada en si misma.
ouspensky
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