NUESTRA
PROPIA INVISIBILIDAD.
Todos
nuestros pensamientos, todas nuestras emociones, sentimientos; toda nuestra
imaginación; todos nuestros ensueños, ambiciones, fantasías; todos son
invisibles.
Todo
cuanto pertenece a nuestros proyectos, planes secretos, ambiciones, todas
nuestras esperanzas, temores, dudas, perplejidades; todos nuestros afectos,
especulaciones, ponderaciones, vaciedades, incertidumbres; todos nuestros
deseos, aspiraciones, apetitos, sensaciones; todos nuestros gustos, disgustos, aversiones, atracciones, amores y
odios; todo ello es invisible.
Todo
ello es lo que constituye la suma de uno mismo.
Pueden
o no delatar su existencia.
Por lo
general le delatan mucho más de lo que suponemos.
Todos
somos más o menos obvios para los demás, más de lo que creemos.
Pero
todos estos estados internos, todas estas modalidades, pensamientos, etc., son
invisibles en sí, y todo cuanto de ellos podamos advertir los unos en los otros
lo advertimos mediante la expresión del movimiento muscular.
Nadie
puede ver el pensamiento.
Nadie
sabe lo que nosotros estamos pensando.
Creemos
conocer a otras personas, y toda la fantasía que tenemos los unos acerca de los
otros, forma un mundo de gente ficticia, gente que ama y que odia.
Me es
imposible decir que conozco a alguien, y es igualmente imposible decir que haya
alguien que me conozca a mí.
Puedo
ver fácilmente todos vuestros movimientos corporales y vuestra apariencia
externa, tengo cien impresiones que no existen en vuestras mentes; os he visto
como parte del panorama, parte de la casa, parte de la calle, y tengo un
conocimiento de vosotros que quisierais conocer; quisierais saber la im¬presión
que producís, cómo os veis.
Pero no
puedo veros por dentro y no sé lo que sois; no lo podré saber nunca.
Y aun
cuando yo tengo este acceso directo a vuestro aspecto visible, vosotros tenéis
acceso a vuestra propia invisibilidad.
Este
acceso directo a vuestra propia invisibilidad lo podéis tener únicamente
vosotros, si es que aprendéis a usarlo.
Yo y
cualquiera otra persona pueden veros y oíros.
Todo el
mundo puede veros y oíros.
Pero
solamente vosotros podéis conoceros a vosotros mismos.
De esta
suerte somos como dos sistemas de palancas, uno que trabaja con todas las
ventajas en un sentido, y el otro con todas las ventajas en otro.
Es
posible que todo esto le resulte sumamente obvio al lector, pero le aseguro que
no todo es tan obvio.
Es algo
sumamente difícil de captar, ya trataré de explicar por qué lo es.
Nosotros
no captamos el hecho de que somos invisibles.
No nos
damos cuenta de que vivimos en un mundo de gentes invisibles.
No
comprendemos que antes que cualquiera otra definición que se le pueda dar, la
vida es un drama de lo visible e invisible.
La
razón por qué no podemos captarlo, es que se trata de una idea.
Maurice
Nicoll
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