LA CAPACIDAD DE
ASOMBRO
Nuestra desgracia es
que consideramos la composición química de una cosa como su atributo más real,
mientras que los atributos reales deben buscarse en las funciones de una cosa.
Si pudiéramos
adquirir la posibilidad de ampliar y ahondar nuestra visión en las cadenas de
la causalidad, cuyos eslabones son nuestras acciones y nuestra conducta; si
aprendiéramos a considerarlas no sólo en su propia vida, sino en un vasto
significado cósmico; si lográramos hallar y establecer la conexión entre los
fenómenos simples de nuestra vida y la vida del cosmos, entonces,
indudablemente, deberíamos descubrir que lo nuevo e inesperado es infinito en
los fenómenos más simples.
Por ejemplo, de este
modo deberíamos ser capaces de aprender algo enteramente nuevo acerca de
simples fenómenos físicos que estamos acostumbrados a considerar naturales e
inexplicables, y respecto de los cuales damos por sentado que sabemos algo.
Pero, muy
inesperadamente, descubrimos que no sabemos nada, que todo lo que conocimos
antes es sólo una deducción errónea de premisas erróneas.
Algo infinitamente
vasto e inconmensurablemente significativo puede revelársenos en fenómenos como
la expansión y la contracción de los sólidos, los fenómenos eléctricos, el
calor, la luz, el sonido, el movimiento de los planetas, la llegada del día y
de la noche, la sucesión de las estaciones, una tormenta de truenos, los
relámpagos, una noche estrellada, un atardecer, etc.
En general, de pronto
y muy inesperadamente podemos hallar explicaciones de las propiedades de
fenómenos que solíamos aceptar como algo conocido y que no contienen nada más
allá de lo que vemos en ellos.
La constancia, la
duración, la periodicidad o no periodicidad de los fenómenos pueden adquirir
para nosotros un significado y una importancia enteramente nuevos.
En la transición de
un fenómeno al otro es mucho lo nuevo e inesperado que puede revelársenos.
Nacimiento, muerte,
la vida de un hombre, su relación con otros hombres, amor, enemistad,
simpatías, deseos y pasiones pueden aparecer de repente bajo una luz
enteramente nueva.
Nos es difícil
imaginar en este momento la naturaleza de esta novedad que es posible que
sintamos en viejas cosas familiares; y, una vez que la empezamos a sentir, será
dificilísimo entenderla.
Pero, en realidad,
sólo nuestra incapacidad para sentir y entender esta "novedad' es la que
nos separa de ella, pues vivimos en ella y en medio de ella.
Pero nuestros
sentidos son demasiado primitivos, nuestras ideas son demasiado burdas para una
sutil diferenciación de los fenómenos que deben revelársenos en el espacio
superior.
Nuestra mente,
nuestra capacidad de asociación, es insuficientemente dúctil para captar
correlaciones nuevas.
En consecuencia, el
primer sentimiento que induce nuestra familiarización con "ese mundo"
(o sea, este mundo nuestro, considerado solamente sin las limitaciones bajo las
que habitualmente lo vemos), debe ser el sentimiento de asombro, y este asombro
debe crecer, agrandarse cada vez más a medida que mejora la familiarización con
él.
Y cuando mejor
conozcamos una cosa o cierta correlación de cosas, cuando estemos más próximos
y familiarizados con ella, mayor será nuestro asombro y más será lo nuevo e
inesperado que descubriremos en ellas.
Ouspensky
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