LA COMPRENSIÓN ES UN TESORO PRECIOSO
Por: jeanne de salzmann
El trabajo psicológico es un camino de comprensión que
debe ser vivido.
Mi comprensión se mide según la manera en que vivo.
Existo exactamente según la medida de mi comprensión.
No puedo decir que entiendo lo que quiere decir
estar presente.
No es verdad, porque no lo vivo.
Cuando existo de otra manera, sin estar presente, es que hay algo que no
comprendo.
Pero, tal como soy, nunca lo comprenderé, a menos
que una pregunta se levante en mí.
¿Cuál es el esfuerzo que llamamos «trabajar»?
¿Qué es lo que buscamos obtener?
¿Qué comprendo hoy, que necesito comprender?
Siempre queremos cambiar algo en nosotros porque no nos
gusta.
Este no es un punto de partida justo.
No está basado sobre la comprensión y lo
que no parte de la comprensión no puede ser confiable.
¿Sobre qué comprensión de mí mismo apoyo hoy mi esfuerzo?
Sólo me puedo comprometer en la medida de mi comprensión.
La comprensión depende de mí estado de ser, de mí estado
de Presencia.
Las impresiones conscientes forman la base de la comprensión.
Lo que experimente en un momento de conciencia es lo que comprendo.
Desafortunadamente no permanezco consciente.
En el momento en que mi estado cambia, y mi conciencia
disminuye, mi comprensión se pierde.
Enseguida es tomada por mi pensamiento asociativo y mis
emociones automáticas, mis medios ordinarios que la roban para
pretender que es suya y servirse de ella.
Hay que conocer este hecho inevitable
para no ser engañado.
La comprensión es un tesoro precioso que debe entrar como un
elemento vivo en el esfuerzo siguiente que yo haga.
Si la comprensión entra con claridad, puede dar un
impulso que será justo y llevará a una impresión consciente, a
una comprensión nueva.
Hay que tener cuidado para no permitir que esa impresión
nueva sea traicionada por mis medios ordinarios.
De otra manera esa impresión nueva, será enturbiada y
acompañada por asociaciones indeseables.
En el estado ordinario de sueño, de identificación, no
podemos saber nada.
Cuando estoy tomado, estoy totalmente ausente.
No hay nadie allí para ver, para darse cuenta; no hay
una partícula de atención libre para ver.
En mi estado de sueño es absurdo pretender que quiero
trabajar, es imposible.
Necesito poner en tela de juicio la ilusión de mí mismo,
mi afirmación habitual.
Mi primer esfuerzo es despertarme para ver.
No damos suficiente importancia a ese momento de
despertar, el momento en que uno se ve tal como es en su sueño.
Creemos que despertar significa entrar en otra vida
que no tendría nada que ver con la que llevamos.
Sin embargo, en realidad, despertar significa ante todo despertar a lo
que somos en nuestro sueño.
Despertar significa ver, experimentar el sueño; despertar
significa ver, experimentar la identificación.
El momento mismo en que emergemos para ver que estamos
sumergidos en el sueño, en la identificación, es el único momento de donde podría partir un impulso.
Allí tengo la oportunidad de despertar; después
justifico, miento.
En ese instante, me doy cuenta de que mi estado es
muy bajo, muy inferior.
Me siento concernido y quiero liberarme.
Entonces quiero estar presente.
Viendo que estoy tomado por mi imaginación, de repente me he
despertado como golpeado por una luz.
Despierto al tomar conciencia de mi sueño.
Veo que tengo la posibilidad de despertar cuando no
estoy totalmente tomado.
Reconozco allí una posibilidad que es algo muy grande.
La mayoría del tiempo rechazo esa posibilidad, y eso es
una traición.
Podríamos despertar pero no lo hacemos.
Estamos ausentes.
Y cuando despertamos vemos que no podemos permanecer
presentes.
Si no busco conocer la manera en que soy tomado, me
quedaré en un círculo sin salida.
Ver, conocer, se vuelve la meta más importante.
Necesito comprender que puedo poder y que puedo querer;
puedo trabajar para estar presente.
Necesito querer estar presente y poder permanecer
presente.
La manera en que me cuestiono, en que busco conocer lo
que necesito, es muy importante.
No puedo empezar desde un deseo vago que doy por sentado.
Tengo que saber qué es lo que hago y por qué lo hago.
jeanne de salzmann
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