CONOCER ES SER
Por:
jeanne de salzmann
Conocerse
no quiere decir mirar desde afuera, sino sorprenderse en un momento de
contacto, de plenitud.
Entonces,
ya no hay más Yo y mí, no hay más yo y una Presencia en mí; no hay ninguna separación, ya no hay más
dualidad.
Conocer
quiere decir Ser.
No
hay lugar para otra cosa.
Cuando
llego a la unidad en mí, siento una energía, una fuerza de otra esfera, y
entonces puedo nacer a mí mismo, a mí ser, hacer parte de un gran todo.
Puedo
servir.
Sirvo
a esa fuerza, primero por una nueva actitud de todas las partes de mí mismo hacia ella, luego por una visión siempre
renovada de lo que soy y del sentido de mi vida en la vida del todo.
Esa
visión contiene una comprensión de la relación de mi ego y de mi ser, y me abre un camino hacia la
manifestación libre y en consecuencia hacia una vida más justa.
Esto
me lleva al deseo de cambiar mi manera de ser, de ser responsable de expresar la verdad con mi actitud,
con mi vida.
Cada
vez más, recibo la impresión de una fuerza misteriosa en mí y, al mismo tiempo, recibo
las impresiones del mundo que me rodea y a las cuales responden mis funciones.
¿Hay
una vida y otra vida? ¿O bien la fuerza de vida es única?
Para
una relación entre esos mundos de diferente materialidad, es necesaria una
corriente de una intensidad intermedia, una corriente emocional más pura: un sentimiento puro.
El
sentimiento se purifica, «el ser divino» es creado por la vigilancia.
Es
una vigilancia extraordinaria donde ya no hay superior ni inferior, no hay más
lucha, no hay más miedo.
Hay
solamente la conciencia, la dicha.
Para
ello, en todas las circunstancias, debo ser el testigo de mí mismo, retirarme de las
funciones mentales en las que nacen las reacciones, calmar toda ambición, toda
avidez.
Entonces
me veo responder a la vida mientras que algo en mí, inmóvil, no responde.
Esa
vigilancia aporta
un nuevo sentido de los valores.
Estoy
embargado por un querer que es la esencia misma del sentimiento de mí en toda su pureza.
Es
un querer ser lo que soy, el despertar a mi naturaleza verdadera: «yo soy» y «Yo Soy».
Con
esa conciencia, hay amor.
Pero
ese amor es impersonal; como el sol irradia energía, ilumina, crea, ama.
No
está apegado
a nada y, sin embargo, atrae todo hacia sí.
Esa
expansión no proviene del hacer, del
ego, sino del amor.
Esto
significa
ser y llegar a ser, con una atención
cada vez más libre.
Es
la
liberación de la que habla Gurdjieff.
Es
la meta de todas las escuelas, de todas las religiones.
Es
la visión de «lo que es».
En
la experiencia
«Yo Soy» me abro a lo divino, a lo infinito, más allá del tiempo y del espacio.
Mi
ser es el Ser.
Ser
uno, completo ante la vida, es lo único que cuenta.
Mientras
permanezco consciente de ello, hay una paz y una vida interior que nada más
puede dar.
Estoy
aquí, vivo, y a mí alrededor existe el universo entero.
La
vida que está a mí alrededor está en mí.
Siento
esa vida universal, la fuerza del universo.
Me
siento existiendo, me siento una parte del mundo que me rodea.
Todo
me ayuda a ello.
Hasta
el cojín sobre el cual estoy sentado me ayuda.
Estoy
aquí, despierto
a lo que soy.
Y veo que es esto lo más
importante: ser.
Lo
sé, ahora.
Y
mientras lo sé permanezco en relación con todo lo que me rodea.
No
hay antes ni después.
Hay
la vida misma.
Tengo
la impresión
de salir de un sueño.
Todo
es real.
Me
siento libre y tranquilo.
En
ese estado ya no busco, no deseo, no espero nada.
Sólo
hay lo que «yo
soy» en este momento.
Sé
entonces cómo estoy aquí y por qué estoy aquí.
jeanne
de salzmann
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